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El otro día un optimista me dijo que habíamos tocado fondo. Yo, prudente y desconfiado, le dije que no, que para llegar al fondo todavía faltaba mucho. El país parece que se precipita en caída libre, de tal forma que cada sorpresa opaca la anterior y los escándalos, siendo terribles, se vuelven efímeros. Lo peor que nos puede pasar es, una vez más, acostumbrarnos a vivir ignorando la verdad, siendo complacientes con la mentira.

Pasado. Ni la corrupción política, ni la económica, ni la moral, han surgido por generación espontánea. Se han ido gestando durante toda una década en la que los sueños se fueron convirtiendo en pesadillas. Y la mentira, a golpe de eslóganes, enlaces y sabatinas, se fue apoderando de nuestra conciencia y anulando nuestra capacidad de gritar. Pasa que el miedo nos entumece y ya sólo reaccionamos, como el comunista de Bertol Brecht, cuando el comisario golpea nuestra puerta. Demasiado tarde.

Sin embargo, muchos aprendieron a nadar y a guardar la ropa. Y así, los sinvergüenzas se aprovecharon del miedo y labraron sus fortunas, sin control, ni fiscalización, ni transparencia. ¿Se acuerdan de los corazones ardientes y de las manos limpias? No es verdad. No era verdad. Las manos estaban sucias y más negras que el petróleo de Chevron. ¿Será posible que el director de la orquesta no se enterara de que los músicos robaban los instrumentos?

Presente. Pues así están las cosas. Entre investigados, cesados, procesados, encarcelados y huidos vamos tomando conciencia de la gravedad del delito, de la extensión del mal, del daño hecho. ¿Qué hacer? ¿Por dónde tirar? Humildemente pido:

1. Devuélvanos de una vez la institucionalidad perdida.

2. Aplique la cirugía mayor y no nos desvelen la corrupción por entregas a modo de culebrón. Ah, y recuperen el dinero y dénselo a Cáritas, a Solca o a los jubilados. Háganlo con luces, cámaras y ante notario.

3. Afronten ya la economía. Austeridad, ahorro, inversión y creación de empleo. Hagan un buen diagnóstico, un buen plan y no más remiendos y proyecten el Ecuador para los próximos veinte años.

4. Y recen. Recen mucho, como penitentes cuaresmales, necesitados de perdón. No para que el Buen Dios haga un milagro, sino para que conceda a todos luz, sabiduría, voluntad política y honradez.

Futuro. Mi tía Tálida, que no era politóloga, sino todóloga, solía decir, a fin de evitar las rencillas familiares, que cuando dos elefantes pelean quien más sufre es la hierba. Pienso en los miles y miles de ecuatorianos pobres, víctimas de la corrupción y del engaño, a los que se les decían tonterías tales como que la patria era de todos, que Ecuador ya cambió y que vivíamos en una tierra de gigantes,… ¿Cuál será su futuro? ¿Habrá alguien que lo sepa? Ojalá que sea un futuro en paz, libre y democrático. Un futuro con trabajo y con suficiente dinerito para poder vivir con dignidad. Suficiente.

Autor: Julio Parrilla. Obispo de Riobamba y miembro de Adsis.
Fuente: El Comercio