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Los temas de movilidad humana se han vuelto candentes y complicados. A la tradicional migración de personas y pueblos se une ahora el tema del refugio en condiciones masivas y cuasicatastróficas. Es un tema con demasiadas aristas y nos es simple, pero resulta imposible, por justicia y solidaridad, olvidar el lado humano de la cuestión. Demasiado sufrimiento rodea este trasiego de personas que a diario cruzan las fronteras del mundo y, concretamente, el puente de Rumichaca que une a Ecuador y Colombia, buscando una nueva oportunidad a la cual todo ser humano tiene derecho.

Rumichaca se ha convertida en una imagen del Éxodo, el de un pueblo que busca su liberación. Lo que un día fue la tierra prometida se ha ido convirtiendo en un yermo invivible. Así llevamos año tras año, siendo testigos de un fenómeno que se ha ido intensificando en los últimos meses y semanas. Si la gente que huye de la barbarie chavista está dispuesta a experimentar la incertidumbre y el dolor, ¿cómo será el sufrimiento de los que se quedan? Maduro no está loco. El y sus compinches saben que el sufrimiento del pueblo es el precio que hay que pagar por mantener el poder. Locos están quienes le toleran y le apoyan dentro y fuera de Venezuela. Quizá a estas alturas de la película algunas de nuestras autoridades vetero o post aliancistas se hayan arrepentido de haber elogiado con tanta generosidad al imperio bolivariano, construido sobre cadáveres y desplazados. ¿Hasta ahí llegaba o va a llegar nuestra política exterior? Para creer los elogios sería necesario un éxodo inverso. No deja de ser curioso que ninguno de nuestros líderes altivos y soberanos, cachorros de la revolución, admiradores del gran coronel, emigrara y plantara sus reales en Caracas.

En el 2017 entraron a Ecuador cerca de 300.000 venezolanos. Son la punta de un iceberg que desparrama por el continente a los hijos de una patria permanentemente humillada. La nueva ley ecuatoriana de movilidad humana se lo está poniendo muy difícil, pues el garantismo de Montecristi poco a poco se está yendo al tacho… Con todo, y a pesar de las dificultades que una presencia masiva de venezolanos nos crea, toca ejercer la solidaridad y reclamar a nuestras autoridades una política clara de denuncia y de presión internacional. El derecho crea derecho. Y ya va siendo hora de que América Latina cante a una sola voz: Dictaduras (de derecha y de izquierda) ¡fuera!

Rindo homenaje al Sr. Venegas y a su familia que, en medio del éxodo, de forma espontánea tuvieron a bien repartir 1000 sánduches y yogures a los peregrinos. Si esto hace un particular, ¿qué tendríamos que pedirle al gobierno? Simple y llanamente que siga ayudando a los pobres , a los que un día fueron hijos de la Venezuela Saudí, y diga ¡basta! Y le pida al Sr. Maduro que se largue con viento fresco a otra parte, con el cuento del paraíso y de la revolución.

Autor: Julio Parrilla
Fuente original: El Comercio