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En el mes de febrero una parte de Paso Carrasco, una pequeña ciudad junto a Montevideo, donde se encuentra nuestra comunidad, se vio afectada por una grave inundación, que vino a azotar con mayor crudeza las dificultades con las que ya cotidianamente los vecinos tienen que lidiar. Los niveles alcanzados por el agua fueron alarmantes. Aún resuenan  los ecos de la anterior inundación y los impactos de lo vivido. Pero en esta ocasión la desolación fue mayor, ya que literalmente los niveles de crecida del arroyo provocaron que el agua alcanza hasta la zona del techo de las casas. Una extensión barrial que abarcó prácticamente más de 15 x 3 cuadras de superficie. Las familias damnificadas fueron cerca de trescientas, generando pérdidas materiales importantes, muchas de ellas bienes básicos necesarios para la subsistencia. Pero también para la mayoría supuso reeditar el recuerdo de anteriores inundaciones que cada tanto amenazan el diario vivir. El dolor experimentado en esos días nos significó el propio dolor de Dios gritando en sus vidas.

Ante la dimensión de esta tragedia, que alcanzó niveles extremos, los hermanos de la comunidad, trabajadores, voluntarios, personas de la parroquia, vecinos, padres y madres de los proyectos socioeducativos (Club de niños y Caif) intentamos estar cercanos, ofreciendo compañía, visitando las familias ahí adonde estaban, y haciendo de puente para la entrega de bienes de productos básicos necesarios para ese momento.

Pero también la inundación hizo emerger lo más profundo e invisible a la superficie. No dejamos de reconocer asimismo la aparición de muchas realidades de pobreza y miseria humana. Sin embargo sobretodo como testigos de esta experiencia, reconocemos en ella la vida de Jesús resucitado. Presente y vivo en tantos gestos, palabras, situaciones que si bien no salieron a la prensa se convirtieron para nosotros en una “Buena  Noticia”.

Familias recibiendo miembros de otras familias en sus casas, ollas populares en las esquinas cuidando y velando mientras bajaba el nivel del agua, vecinos recorriendo las calles con el agua hasta casi el pecho vigilando las pertenencias inundadas, otros preguntando a los que cuidaban sus casas en los techos qué necesitaban, vecinos mojándose en medio de la peste del agua y el riesgo para la salud para ayudar a otros a salvar algunas pertenencias valiosas para otros y así muchas escenas conmovedoras que no dejaban de hablarnos de un Jesús vivo.

También estas escenas fueron entretelones de otras donde otras personas y organizaciones públicas y privadas del barrio  se movilizaron comprometidamente para ayudar.

Entre todos estos gestos, valoramos la presencia de las comunidades que en forma conjunta o en calidad personal nos llamaron, nos escribieron, se arrimaron, se organizaron para juntar fondos, conseguir materiales necesarios en esa ocasión tan dramática.

En estas imágenes multiplicadoras desde tantas personas y lugares, nos vemos siendo como los discípulos de Emaús, testigos de este movimiento del Espíritu que al partirse y repartirse reconoce al Señor.

Que la vida resucitada de Jesús nos siga animando a mantener este vínculo entre las comunidades abiertas e insertas y sensibles a los y las que les rodean, especialmente a los que padecen más exclusión.

 Hermanas y hermanos de la comunidad Adsis de Paso Carrasco, Uruguay

Seccion: Uruguay