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Si me presentase como testigo de mí mismo, mi testimonio carecería de valor. Es otro el que testifica a mi favor, y su testimonio es válido. Vosotros mismos enviasteis una comisión a preguntar a Juan, y él dio testimonio a favor de la verdad. Y no es que yo tenga necesidad de testigos humanos que testifiquen a mi favor; si digo esto, es para que vosotros podáis salvaros. Juan el Bautista era como una lámpara encendida que alumbraba; vosotros estuvisteis dispuestos, durante algún tiempo, a alegraros con su luz. Pero yo tengo a mi favor un testimonio de mayor valor que el de Juan. Una prueba evidente de que el Padre me ha enviado es que realizo la obra que el Padre me encargó llevar a cabo. También habla a mi favor el Padre que me envió, aunque vosotros nunca habéis oído su voz ni visto su rostro. Su palabra no ha tenido acogida en vosotros; así lo prueba el hecho de que no queréis creer en el enviado del Padre. Estudiáis apasionadamente las Escrituras, pensando encontrar en ellas la vida eterna; pues bien, también las Escrituras hablan de mí; y a pesar de ello, vosotros no queréis aceptarme para tener vida eterna.
Yo no busco honores que puedan dar los hombres. Además, os conozco muy bien y sé que no amáis a Dios. Yo he venido de parte de mi Padre, pero vosotros no me aceptáis; en cambio, aceptaríais a cualquier otro que viniera en nombre propio. ¿Cómo vais a creer vosotros, si lo que os preocupa es recibir honores los unos de los otros y no os interesáis por el verdadero honor que viene del Dios único? No penséis que voy a ser yo quien os acuse ante mi Padre; os acusará Moisés, en quien tenéis puesta vuestra esperanza. El escribió acerca de mí; por eso, si creyerais a Moisés, también me creeríais a mí. Pero si no creéis lo que él escribió, ¿cómo vais a creer lo que yo digo?

Fecha: 
Jueves, Marzo 30, 2017
Cita de la oración: 
Jueves - 04 Cuaresma
Comentario: 

Escuchar la voz del Padre y vislumbrar su rostro es la gran búsqueda del discípulo. Nosotros hemos encontrado en Jesús la palabra y el rostro del Padre. Él nos ha dado el testimonio veraz porque sus obras avalan la presencia de Dios en nuestra historia.

Juan Bautista dio testimonio de Jesús. Toda su vida estuvo subordinada a este testimonio. Por ello Juan fue lámpara que ardía y brillaba. Pero en Jesús son las obras del Padre las que dan testimonio de que Él es el enviado y de que en Él nos ha llegado el tiempo definitivo de la salvación y de la gloria.

Toda la Escritura se cumple en Jesús. Por Él y en Él somos llamados a formar el nuevo pueblo elegido para la verdad y la vida. Pocos días faltan para que la entrega definitiva del Señor nos haga participar de su muerte y de su resurrección. Subamos a Jerusalén y participemos de su pascua.

No queremos aceptar otra gloria que no sea la de Jesús, vencedor de la muerte y primogénito de toda creatura. La gloria del Señor, manifestada en su nueva vida y prolongada en la comunidad de los discípulos, testigos de su resurrección, es nuestra única gloria. No buscamos gloria unos de otros, sino que compartimos la gloria suprema que nos viene del Dios vivo.