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Antes de la fiesta de la pascua, Jesús, sabiendo que había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre, y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando y ya el diablo había metido en la cabeza a Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había venido y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió:
-Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le contestó:
-Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después.
Pedro insistió:
-Jamás permitiré que me laves los pies.
Entonces Jesús le respondió:
-Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos.
Simón Pedro reaccionó así:
-Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza.
Entonces dijo Jesús:
-El que se ha bañado sólo necesita la-varse los pies, porque está completamente limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Sabía muy bien Jesús quién lo iba a entregar; por eso dijo: «Vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo a sus discípulos:
-¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros.

Fecha: 
Jueves, Abril 13, 2017
Cita de la oración: 
Jueves - 04 Semana Santa
Comentario: 

Jesús ha manifestado con sus signos la misericordia del Padre con los que sufren.

Ahora camina al encuentro con su Padre. Pero antes desea manifestar su amor humilde y servicial a lo suyos. No es el poder sino el amor el testamento que deja a su comunidad.

Lavar los pies de rodillas es oficio de esclavos. Es el signo supremo para quienes queremos vivir como discípulos que hemos optado por vivir en su pertenencia y destino. El Maestro se hace siervo, el Señor esclavo de amor por su comunidad.

Necesitamos con Jesús despojarnos de los mantos del prestigio y ceñirnos la toalla de la solidaridad, ofrecer a los hermanos el agua purificadora y, de rodillas, tender nuestras manos a sus pies.

Lavar los pies a los pequeños y cansados, supone reconfortarlos del cansancio camino, asentarlos en la esperanza, acogerlos en sus desfallecimientos y asumirlos como hermanos. Esta tarea nos hará bienaventurados.