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María, en cambio, se quedó allí, junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, volvió a asomarse al sepulcro. Entonces vio dos ángeles, vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
Los ángeles le preguntaron:
-Mujer, ¿por qué lloras?
Ella contestó:
-Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Dicho esto, se volvió hacia atrás y entonces vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó:
-Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién estás buscando?
Ella, creyendo que era el jardinero, le contestó:
-Señor, si te lo has llevado tú, díme dónde lo has puesto y yo misma iré a recogerlo.
Entonces Jesús la llamó por su nombre:
-¡María!
Ella se acercó a él y exclamó en arameo:
-¡Rabboni! (que quiere decir Maestro).
Jesús le dijo:
-No me retengas más, porque todavía no he subido a mi Padre; anda, vete y diles a mis hermanos que voy a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios.
María Magdalena se fue corriendo adonde estaban los discípulos y les anunció:
-He visto al Señor.
Y les contó lo que Jesús le había dicho.

Fecha: 
Martes, Abril 18, 2017
Cita de la oración: 
Martes - 01 Pascua
Comentario: 

Los dos ángeles, vestidos de blanco, son signo de la comunidad que da testimonio de la nueva Vida de Jesús a quien fuera llora desconsolado. La comunidad se sienta «a la cabecera y a los pies donde había estado el cuerpo de Jesús». La comunidad es el nuevo cuerpo del Señor resucitado que se hace cercano a quienes buscan al Señor.

«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». En tiempos de oscuridad y de crisis, el Señor sigue vivo a nuestro lado. Deberemos descubrirlo en sus múltiples presencias pascuales: unas veces en el hortelano, otras en el peregrino o en el pescador de la orilla. Cada uno de los hermanos dejará de ser un sepulcro para ser visto como presencia de Jesús. Cada uno de los jóvenes y pobres ha de ser asido con el amor de Magdalena en referencia al Señor que vive exaltado en el seno del Padre.

Desde esta experiencia encarnada de Jesús resucitado surge el testimonio entre los hermanos: «he visto al Señor y me ha dicho esto y esto».