Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
-La paz esté con vosotros.
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
-La paz esté con vosotros.
Y añadió:
-Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.
Sopló sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.
Para los discípulos, temerosos y decaídos, comenzó una nueva historia cuando tuvieron la experiencia plena de la resurrección del Señor.
Jesús se hace presente en medio de ellos, les comunica su Paz, les muestra sus llagas, les llena de alegría y les comunica su Espíritu a través de su soplo de Vida.
¡El Señor está vivo! Este es el grito más fuerte y revolucionario de la historia humana. En la resurrección de Jesús la muerte ha sido vencida y la vida adquiere sentido nuevo.
Como el Padre me envió, también yo os envío. La fuerza del Espíritu nos dará la capacidad para vivir como enviados del Jesús a comunicar paz y perdón a nuestros semejantes. El Espíritu nos ayudará a que la comunidad viva con las puertas abiertas, testimoniando el gozo de una vida nueva y la solidaridad con las llagas de los desposeídos, compartiendo el camino y el pan con ellos.
