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Algún tiempo después, Jesús pasó al otro lado del lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque veían los signos que hacía con los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba próxima la fiesta judía de la pascua. Al ver aquella muchedumbre, Jesús dijo a Felipe:
-¿Dónde podríamos comprar pan para dar de comer a todos estos?
Dijo esto para ver su reacción, pues él ya sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:
-Con doscientos denarios no compraríamos bastante para que a cada uno de ellos le alcanzase un poco.
Entonces intervino otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, diciendo:
-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús mandó que se sentaran todos, pues había mucha hierba en aquel lugar. Eran unos cinco mil hombres. Luego tomó los panes, y después de haber dado gracias a Dios, los distribuyó entre todos. Hizo lo mismo con los peces y les dio todo lo que quisieron. Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
-Recoged lo que ha sobrado, para que no se pierda nada.
Lo hicieron así, y con lo que sobró de los cinco panes llenaron doce cestos.
Cuando la gente vio aquel signo, exclamó:
-Este hombre tiene que ser el profeta que debía venir al mundo.
Jesús se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey. Entonces se retiró de nuevo al monte, él solo.

Fecha: 
Viernes, Abril 28, 2017
Cita de la oración: 
Viernes - 02 Pascua
Comentario: 

Jesús nos compromete, en la solidaridad, con los hambrientos de la otra orilla del lago. ¡Cuántas veces nos sentimos incapaces de aliviar el sufrimiento ajeno! En todo caso hemos de apostar con todas nuestras fuerzas, aunque éstas sean aparentemente pocas.

«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?». Estas palabras de Andrés reflejan lo que en el Credo expresamos: «el sufrimiento de tanta miseria y la experiencia de nuestra incapacidad para acabar con ella...»

Sin embargo, lo poco que somos y podemos hemos de ponerlo en manos de Jesús, porque donde hay disponibilidad y amor, Dios se empeña hasta el fondo. Donde nosotros sembramos la pequeña semilla, el Señor da el incremento para la cosecha. Nunca debemos desconfiar, de la definitiva aportación divina en toda vida generosa y comprometida.

Los panes y los peces en las manos de Jesús son alimento para muchos.

La gente entiende a Jesús por sus signos, especialmente, cuando éstos se realizan remediando sus necesidades y dando consuelo a los más desfavorecidos.