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Al día siguiente, la gente continuaba al otro lado del lago. Se habían dado cuenta de que allí solamente había una barca y sabían que Jesús no había embarcado en ella con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos.
Otras barcas llegaron de Tiberíades, y atracaron cerca del lugar donde la gente había comido el pan, después que el Señor había dado gracias a Dios. Cuando se dieron cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado y le dijeron:
-Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?
Jesús les contestó:
-Os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Esforzaos, no por conseguir el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la vida eterna. Este alimento os lo dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, lo ha acreditado con su sello.
Entonces ellos le preguntaron:
-¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?
Jesús respondió:
-Lo que Dios espera de vosotros es que creáis en aquél que él ha enviado.

Fecha: 
Lunes, Abril 16, 2018
Cita de la oración: 
Lunes - 03 Pascua
Comentario: 

Desde la otra orilla, la gente saciada con el pan milagroso, sale en busca de Jesús hasta encontrarlo en Cafarnaúm con sus discípulos. En tantos jóvenes no es de extrañar que la primera búsqueda de Jesús pueda ser interesada. Buscan más saciar su hambre que admirar sus signos y su palabra. Buscan más relaciones gratificantes que un proyecto comprometedor. Buscan más servirse de Jesús que seguirle como discípulos.

Esta búsqueda interesada nos puede afectar también a nosotros. En la vivencia de la vocación buscamos más realizar un proyecto que nos realice que una entrega donde «perder la vida por el Reino».

Jesús nos advierte: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, el que os dará el Hijo del Hombre». No basta entregar nuestra mochila a Jesús para que Él multiplique nuestros haberes. Con los años hemos de entrar en la dinámica de la fe: seguir al Señor como enviado del Padre. Una fe que nos transforma en siervos del amor mayor y que nos envía a convocar a los hijos perdidos. El servicio fraterno y la convocatoria entre los jóvenes son los signos de Jesús en nosotros. Esto es lo que hemos de buscar con todas las fuerzas.