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Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»

Fecha: 
Miércoles, Abril 18, 2018
Cita de la oración: 
Miércoles - 03 Pascua
Comentario: 

Jesús tiene plena conciencia de su propia identidad. La voluntad del Padre se realiza en Él y por Él. «Esta es la voluntad del Padre que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día».

El pan de vida está vinculado a la resurrección. La resurrección del último día se anticipa en la historia de los que vamos a Jesús, de los que creemos en Jesús. El pan de vida es el alimento para el seguimiento del Señor y, al mismo tiempo, nos enraíza ya en la Vida nueva.

¡Qué misterio tan insondable, qué don tan precioso! Por Él somos ya incorporados a la vida eterna.

Necesitamos «ver al Hijo y creer en Él». Esta es la condición para vivir en Él. Sólo el Espíritu Santo nos da ojos para ver a Jesús como rostro y presencia del Padre. Verlo con el corazón purificado y entregado. Verlo con creciente experiencia de su atracción amorosa y comprometida. Verlo como único Señor de nuestros destinos y de nuestros proyectos.

Al contemplarlo se acrecienta nuestra fe como adhesión globalizante. Su presencia sacramental en la palabra, en el pan y en los pobres se hace significativa en la comunidad de los hermanos. Los hermanos vivimos en la nostalgia por experimentar en plenitud su presencia en la certeza de que caminamos hacia su resurrección, mientras la celebramos en este tiempo pascual.