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Se le cumplió a Isabel el tiempo y dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes oyeron que el Señor le había mostrado su gran misericordia y se alegraron con ella. Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían llamarlo Zacarías, como su padre. Pero su madre dijo:
-No, se llamará Juan.
Le dijeron:
-No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.
Se dirigieron entonces al padre y le preguntaron por señas cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Entonces, todos se llevaron una sorpresa. De pronto recuperó el habla y comenzó a bendecir a Dios. Todos sus vecinos se llenaron de temor, y en toda la montaña de Judea se comentaba lo sucedido. Cuantos lo oían pensaban en su interior: «¿Qué va a ser este niño?». Porque efectivamente el Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su interior. Y vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.

Fecha: 
Sábado, Junio 24, 2017
Cita de la oración: 
Jueves- S. Juan Bautista
Comentario: 

Cuando Dios nos elige para una vocación de servicio al reino nos aporta un nombre nuevo, una identidad que no nace de la sangre ni de la carne sino de su voluntad de hacernos siervos de su reino. Se llamará Juan. Este sorprendente nombre indica que el señor estará con él y le guiará por caminos proféticos para preparar la venida del Señor. Nosotros , por la llamada de Dios, hemos asumido una identidad que nos hace hijos, hermanos y siervos en el seguimiento a Jesús.

Cuando somos capaces de engendrar a otros a la vocación hemos de sentir que el Señor ha ejercitado en nosotros una gran misericordia y debemos considerarnos felices. Así el Señor nos da la posibilidad de dar a otros el nombre de hermano y de incorporarlos a la profecía del Reino.