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Pero algunos dijeron:
-Expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, príncipe de los demonios.
Otros, para tenderle una trampa, le pedían una señal del cielo. Pero Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
-Todo reino dividido contra sí mismo queda devastado, y sus casas caen unas sobre otras. Por tanto, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Pues eso es lo que vosotros decís: Que yo expulso los demonios con el poder de Belzebú. Ahora bien, si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿con qué poder los expulsan? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si yo expulso los demonios con el poder de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda por lugares áridos buscando descanso y, al no encontrarlo, se dice: Volveré a mi casa de donde salí. Al llegar, la encuentra barrida y adornada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, entran y se instalan allí; de modo que la situación final de este hombre es peor que la del principio.

Fecha: 
Viernes, Octubre 13, 2017
Cita de la oración: 
Viernes - 27 Tiempo ordinario
Comentario: 

La acción liberadora de Jesús, recibe distintas interpretaciones. Para muchos no es suficiente que haya liberado al mudo y piden otras señales. Jesús no entra en esa dinámica pues considera que ya tienen suficientes señales. «Y no hay peor ciego que el que no quiere ver».

La liberación experimentada por el endemoniado mudo muestra cómo el reinado de Dios comienza con la libertad para poder hablar que se le devuelve al endemoniado, antes mudo, reduciendo a Satanás y su poder de dominación y de esclavitud. Como el opresor no puede liberar, luego es Dios quien actúa por medio de Jesús y a favor de los sometidos.

Pero es importante también que una vez liberado, el joven o pobre concreto, se alíe con Jesús para seguir luchando contra Satanás y su ideología opresora, representada y encarnada por la cultura dominante. Si no lo hace así, su final puede ser peor que el principio, pues el enemigo volverá con fuerza de nuevo a someterlo. Y si encuentra la casa barrida y arreglada, tendrá más posibilidades de poseer al que no está con Jesús.

A gran parte del pueblo que acompañaba a Jesús le pasó eso: muchos siguieron a Jesús con entusiasmo en los comienzos, pero no le dieron su adhesión personal. Al final, terminaron aliándose contra él para pedir su muerte, incitados por los sumos sacerdotes y dirigentes del pueblo, verdadera encarnación de Satanás.

En definitiva o estamos con Jesús y acogemos su Reino o estamos contra él y acrecentamos el poder de Satanás, el poder de este mundo.