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Al terminar de hablar, un fariseo le invitó a comer. Jesús entró y se puso a la mesa. El fariseo se extrañó al ver que no se había lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo:
-Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras que vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. ¡Insensatos! El que hizo lo de fuera ¿no hizo también lo de dentro? Pues dad limosna de vuestro interior, y todo lo tendréis limpio.

Fecha: 
Martes, Octubre 17, 2017
Cita de la oración: 
Martes - 28 Tiempo ordinario
Comentario: 

Jesús acepta la invitación del fariseo. Lo que no acepta es la importancia que el fariseo da a la pureza ritual. No acepta el mundo de apariencia y de división en el que el fariseo vive. El fariseo no puede soportar que Jesús, en su misma casa, no se lave las manos antes de comer para eliminar cualquier contaminación o mancha adquirida en el contacto con los hombres y el mundo.

Jesús que no mira las apariencias y su mirada es en profundidad, recrimina al fariseo esta disociación en su vida. No hay cosa peor que vivir, creyendo que es de Dios, lo contrario que Dios quiere. Es el interior lo que hemos de tener limpio, es la actitud y disposición la que hemos de cambiar.

Al vivir de la pureza ritual, el fariseo ha dividido a las personas en puros e impuros, observantes y no observantes, buenos y malos… Y Jesús aprovecha para denunciar la hipocresía de los puros, observantes y buenos, que tal vez lo sean sólo en apariencia, por fuera. Y aunque el fariseo no expresa a Jesús con palabras su extrañeza, éste se apresura a recriminarlo no solo a él, sino a los fariseos en general por la observancia de tantas minucias y ritos exteriores, detectando que por dentro su corazón está lleno de robos y maldades.

Jesús es muy tolerante con la debilidad y el sufrimiento de cada persona con la que se encuentra. Pero muy duro con la doble vida. Y más si esta pretende vivirse desde Dios. Es la doble vida, ser una persona y aparentar otra, lo que nos encierra e incapacita para acoger la novedad de Jesús, abrirnos a la acción de Dios, y crear fraternidad. La persona, el hermano que vive una doble vida, gastará todas sus energías en justificar su comportamiento y hará malabarismos para que todo se adapte a su modo de vivir.

Es la vida interior, construida desde la Palabra, la que hemos de expresar con los signos y gestos que realizamos, lo contrario es vivir una disociación que nos mata y nos aleja del proyecto de Dios y de los hermanos.