Les puso también esta comparación:
-Mirad la higuera y los demás árboles. Cuando veis que echan brotes, os dais cuenta de que está próximo el verano. Así también vosotros, cuando veáis realizarse estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Al anunciar Jesús, los desastres finales vincula con ellos la llegada de la liberación y en la higuera que reverdece ve un signo de la vida nueva. Ante esa realidad, sugiere discernimiento para saber interpretar los signos de los tiempos. Cualquier acontecimiento humano, puede ser un signo de la Presencia, del lenguaje de Dios.
Si nuestras obras se desmoronan y pasan, las palabras del Señor, permanecen para siempre. Llega la hora de la liberación en el momento en que acogemos en nuestro corazón, la palabra de Dios y quedamos libres de toda dependencia que nos oprime y angustia.
El reino de Dios ha llegado y más que en las grandes catástrofes, se hace visible en la sencillez de los pequeños detalles que constituyen la trama de nuestra existencia. Elías no vio al Señor ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Dios le habló desde una tenue brisa, y es que la grandeza de Dios se manifiesta mejor en la sencillez de las cosas de cada día.
