Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías:
"Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para que prepare tu camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos".
Bautizaba Juan en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautiza en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y yo no soy digno de desatarle, agachándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
La conversión del corazón es la condición para poder acoger con responsabilidad y alegría la venida de Jesús.
El Señor viene a proponernos el Reino de Dios como proyecto de vida personal y social. Para ello hemos de asumir los valores, las actitudes y las opciones que configuran un nuevo corazón.
La conversión no se mide por lo que se abandona sino por lo que se acepta de parte del Padre. Se trata de un cambio de amores.
En el seguimiento a Jesús aprendemos a configurar nuestro corazón como hijos del mismo Padre, como hermanos entre los hombres y mujeres de nuestro entorno, como siervos solícitos a favor de los más desfavorecidos.
En este tiempo de Adviento vayamos preparando en nuestro corazón los caminos del Señor.
