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Entonces Jesús les contó esta parábola:
-Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar y edificó una torre. Después la arrendó a unos labradores y se ausentó. A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para que le dieran la parte correspondiente de los frutos de la viña. Pero ellos lo agarraron, lo golpearon y lo despidieron con las manos vacías. Volvió a enviarles otro siervo. A éste lo descalabraron y lo ultrajaron. Todavía les envió otro, y lo mataron. Y otros muchos, a los que golpearon o mataron. Finalmente, cuando ya sólo le quedaba su hijo querido, se lo envió, pensando: «A mi hijo lo respetarán». Pero aquellos labradores se dijeron: «Este es el heredero. Matémoslo y será nuestra la herencia». Y echándole mano, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará, pues, el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los labradores y dará la viña a otros.
¿No habéis leído este texto de la Escritura:
La piedra que rechazaron los constructores
se ha convertido en piedra angular;
esto es obra del Señor,
y es admirable ante nuestros ojos?
Sus adversarios estaban deseando echarle mano, porque se dieron cuenta de que Jesús había dicho la parábola por ellos. Sin embargo lo dejaron y se marcharon, porque tenían miedo de la gente.

Fecha: 
Lunes, Junio 5, 2017
Cita de la oración: 
Lunes - 09 Tiempo ordinario
Comentario: 

Jesús se puso a hablar en parábolas. Las Parábolas son historias que van dirigidas a la imaginación, los sentimientos... y provocan una reacción porque al parecer que el conflicto que cuenta no tiene nada que ver con el del que escucha, le obliga a entrar en el juego y crear un espacio. Esta parábola va destinada al pueblo de Israel especialmente a sus dirigentes.

A primera vista pudiera parecer que está muy lejos de nosotros, pero también habla de nosotros. La alegoría de los viñadores rebeldes es una verdadera historia espiritual por encima del espacio y del tiempo. La actitud de los viñadores provoca un gran rechazo a quien lo lee o lo escucha hasta que descubre que el viñador es el propio oyente, el propio lector, somos nosotros mismos.

El mundo entero es la viña del Señor. Nuestra propia vida es campo del Señor. Todo lo recibimos como don para la realización de la propia vida y para la construcción del Reino. Y no hemos de olvidar nunca que no somos propietarios. Somos administradores de esos dones y algún día tendremos que dar cuenta de lo que hicimos con esos dones. Si nos apropiamos de ellos para el provecho propio o los administramos adecuadamente para construir la viña del Señor, la fraternidad en todos sus ámbitos.

También en nuestra voluntad de servicio con frecuencia podemos buscar un espacio de compensación en el que ejercer nuestro propio dominio sobre los demás y desplegar la voluntad de poder frustrada en otros espacios. Nuestro compromiso si no es profundamente comunitario y fruto de dejarnos poseer y «agarrar» por el rostro de Jesús pobre, servidor y esclavo, corre el riesgo de ser una búsqueda de uno mismo y un anhelo de falsas autorrealizaciones.