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Salió de allí y fue a su pueblo, acompañado de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La muchedumbre que lo escuchaba estaba admirada y decía:
-¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por él? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros?
Y los tenía desconcertados.
Jesús les dijo:
-Un profeta sólo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo curó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe.
Jesús recorría las aldeas del contorno enseñando.

Fecha: 
Miércoles, Febrero 1, 2017
Cita de la oración: 
Domingo - 14 Tiempo ordinario
Comentario: 

¿No es éste el carpintero, el hijo de María...?

Para poder reconocer a Dios en medio de la vida, hemos de cambiar la forma de mirar, contemplar y sentir. Tenemos como una mirada connatural a creer que la salvación nos viene por el éxito, el poder, la influencia, el ser importante. Siempre somos más propensos a escuchar y acoger a aquel que tiene renombre, que viene de fuera, desvalorando al que es como nosotros, al que comparte cada día a nuestro lado. En este caso nos fijamos más de lo que falta, de lo común y corriente y se nos escapa la presencia de Dios que hay en lo pequeño de cada día.

Y como consecuencia de la mirada estrecha rechazamos las maravillas de Dios siempre presentes en la vida cotidiana; la sabiduría y la grandeza de Dios que hace que lo extraordinario se manifieste en la vida ordinaria y no en las grandes manifestaciones. Jesús es el hijo del carpintero, no pretendamos en función de una mayor eficacia inmediata dejar de ser «hijos e hijas del carpintero», vecinos entre los vecinos, para buscar el deslumbramiento en acciones o actuaciones que son más fruto de nuestras pretensiones, que de la presencia de Dios en medio de nosotros.