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Salió de allí y se fue a la región de Tiro y Sidón. Entró en una casa, y no quería que nadie lo supiera, pero no logró pasar inadvertido. Una mujer, cuya hija estaba poseída por un espíritu inmundo, oyó hablar de él, e inmediatamente vino y se postró a sus pies. La mujer era pagana, sirofenicia de origen, y le suplicaba que expulsara de su hija al demonio.
Jesús le dijo:
-Deja que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
Ella le replicó:
-Es cierto, Señor, pero también los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas de los niños.
Entonces Jesús le contestó:
-Por haber hablado así, vete, que el demonio ha salido de tu hija.
Al llegar a su casa, encontró a la niña echada en la cama, y el demonio había salido de ella.

Fecha: 
Jueves, Febrero 8, 2018
Cita de la oración: 
Jueves - 05 Tiempo ordinario
Comentario: 

La mujer cananea nos pone de manifiesto en primer lugar la distancia entre el judío Jesús y la mujer: Él ha sido enviado solamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel y ella no pertenece a ese grupo sino a «los otros», al de los gentiles excluidos de la Alianza. Pero la actitud de ella, su confiada existencia, hace avanzar el diálogo, acorta las distancias, rompe las diferencias. Y la resistencia primera de Jesús se disuelve ante la fe de la mujer. Ambos encontraron lo que les hacía «concordes».

El encuentro y la comunión se crea a partir de lo diferente, no de lo igual. Se crea dialogando, colaborando en el contexto de una vida en común, entrando en un dinamismo enriquecedor de intercambio con el hermano que es diferente. La comunión se hace por la convergencia: cada uno crece a partir de su propia realidad, integrando las riquezas que le aportan los demás.

Catolicidad significa «pluralidad en la unidad». Una antigua profesión de fe trinitaria dice que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son «concordes en la Trinidad». Es decir, que son concordes precisamente en lo que los distingue.

La mujer cananea no se cansó de insistir, de permanecer, de seguir luchando y expresando su inquietud. Y Jesús fue capaz de dejarse convencer, de entender sus razonamientos, de admirar su fe y de transformar su postura inicial. Al final, habían llegado a ser «concordes en la diversidad». Y el resultado fue una niña rescatada de las garras del enemigo, una mujer cananea feliz por haber alcanzado la sanación de su hija y un judío, Jesús, que descubrió la revelación de que el Padre, a través de aquella mujer extranjera, le confiaba una misión que alcanzaba al mundo entero.

¿Qué esterilidad por nuestra parte cuando nos aferramos a posturas intransigentes y no nos adentramos en la vivencia del hermano o del distinto, cuando no buscamos la concordancia y la comunión? Y los perjudicados de la falta de concordancia no solo somos nosotros, son sobretodo, los destinatarios como esta hija que espera ser sanada.