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Dejó el territorio de Tiro y marchó de nuevo, por Sidón, hacia el lago de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Le llevaron un hombre que era sordo y apenas podía hablar y le suplicaban que le impusiera la mano. Jesús lo apartó de la gente y, a solas con él, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo:
-Effatha (que significa: ábrete).
Y al momento se le abrieron sus oídos, se le soltó la traba de la lengua y comenzó a hablar correctamente. El les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, más lo pregonaban. Y en el colmo de la admiración decían:
-Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Fecha: 
Viernes, Febrero 10, 2017
Cita de la oración: 
Viernes - 05 Tiempo ordinario
Comentario: 

Jesús solo es portavoz del Padre, no tiene más Palabra que la del Padre. Y esta Palabra del Padre es la que hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

¡Cuánto necesita nuestro mundo y nosotros mismos, el encuentro con Jesús!, que cure nuestras sorderas y nos capacite para hablar. El sordo mudo no es tenido en cuenta. No puede comunicarse. No escucha ni puede hacer oír su voz. Unas veces es por limitación física, otras nos hacemos los sordos, nos hacemos los mudos o nos quedamos sin palabras. En cualquier caso necesitamos el encuentro con Jesús que nos toque y nos sane.

En ocasiones, tendremos que ser voz de los que no tienen voz, pero lo que verdaderamente da sentido a nuestra vocación es estar presente en un mundo lleno de sordos y de mudos y posibilitar el encuentro con Jesús, de tantos excluidos que no son tenidos en cuenta y, de tantos sordos, que ensimismados en su propio bienestar, se incapacitan para oír el clamor de Dios en tantas situaciones de injusticia.

La curación del sordomudo, nos recuerda en primer lugar que la vida de cada joven, de cada pobre, antes que nada es una Palabra de Dios que hemos de posibilitar y saber escuchar. Una palabra de Dios para cada uno de nosotros, para toda la comunidad, para toda la Iglesia. Antes que tomar iniciativas, y aún, después de haberlas tomado, hemos de ser capaces de escuchar esa Palabra de Dios en los jóvenes y en los pobres para estar presentes conforme a su Palabra y no conforme a la nuestra, nuestros criterios o apreciaciones. ¡Cuántas veces nos sorprendemos de lo que el Señor nos comunica cuando escuchamos la vida del pobre o joven concreto! Y ¡cuánto cambian nuestras valoraciones desde esa escucha contemplativa!

Para eso es primordial en nosotros y en todos, el encuentro en profundidad con Jesús que hoy quiere seguir haciendo oír a los sordos y hablar a los mudos.