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Se presentaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con la intención de tenderle una trampa. Jesús, dando un profundo suspiro, dijo:
-¿Por qué pide esta generación una señal? Os aseguro que a esta generación no se le dará señal alguna.
Y dejándolos, embarcó de nuevo y se dirigió a la otra orilla.

Fecha: 
Lunes, Febrero 12, 2018
Cita de la oración: 
Lunes - 06 Tiempo ordinario
Comentario: 

Para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Siempre estamos tentados a pedir pruebas evidentes de la Presencia de Dios. Quisiéramos tener evidencias de su voluntad en cada momento. Y lo curioso es que esto solemos pedirlo más, cuando menos estamos dispuestos a hacer su voluntad. Cuando buscamos pruebas evidentes o seguridades, lo que queremos, en definitiva, es confirmar nuestro parecer o nuestra manera de actuar.

Jesús no entra a chantajes. No tendremos más signos que los que ya se dan en la vida ordinaria, sin evidencias y sin extravagancias. Los signos de la presencia de Dios se insinúan, no se imponen. Es como cuando Moisés quería ver la gloria de Dios (Ex 37) y todo lo que más se le posibilita es poder ver su bondad. A Dios no le ve el rostro, le ve la espalda, justo lo que es común a todos.

La presencia de Dios la reconocemos porque tenemos acceso a ver todas sus bondades. Es por su acción y su Espíritu que reconocemos su Presencia en acontecimientos y personas concretas. Pero certeza, solo después de que suceden. Antes tenemos indicios y necesitamos el discernimiento desde la fe, la confianza, la comunicación y el riesgo personal que supone vivir en su Presencia.

Lo extraordinario de la Presencia de Dios es que se manifiesta en la vida ordinaria. No necesitamos que haya cosas distintas, la que tiene que ser distinta es nuestra mirada. Solo podremos descubrir los signos de la presencia de Dios desde una mirada contemplativa. Y esta es una realidad que nos cuesta entender y atender. Siempre iremos buscando la comodidad de lo extraordinario, lo llamativo. Y es ahí donde no nos encontramos con Jesús, porque Jesús para entonces, ya se ha ido a la otra orilla.