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Cuando llegaron adonde estaban los otros discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos maestros de la ley discutiendo con ellos. Toda la gente, al verlo, quedó sorprendida y corrió a saludarlo. Jesús les preguntó:
-¿De qué estáis discutiendo con ellos?
Uno de entre la gente le contestó:
-Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu que lo ha dejado mudo. Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.
Jesús les replicó:
-¡Generación incrédula! ¿Hasta cuando tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo.
Se lo llevaron y, en cuanto el espíritu vio a Jesús, sacudió violentamente al muchacho, que cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos.
Entonces Jesús preguntó al padre:
-¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?
El padre contestó:
-Desde pequeño. Y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
-Dices que si puedo. Todo es posible para el que tiene fe.
El padre del niño gritó al instante:
-¡Creo, pero ayúdame a tener más fe!
Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole:
-Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él.
Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsiones. El niño quedó como muerto, de forma que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, cogiéndolo de la mano, lo levantó, y él se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas:
-¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
Les contestó:
-Esta clase de demonios no puede ser expulsada sino con la oración.

Fecha: 
Lunes, Febrero 20, 2017
Cita de la oración: 
Lunes - 07 Tiempo ordinario
Comentario: 

Algunos casos de enfermedad en el Nuevo Testamento se refieren justamente a jóvenes y son especiales: hay un caso de endemoniamiento (¿epilepsia?) como el que nos presenta Marcos, una enfermedad que lleva a la muerte real o aparente (Mc 5,21-43; Lc 8,40-56), y un caso claro de muerte de un joven (Lc 7,11-17). Muchos jóvenes en tiempos de Jesús viven en debilidad física y espiritual, son influenciables por espíritus, son víctimas de olas de mal y ronda en ellos la muerte. Y, además, son casos de relación difícil con sus padres.

A Jesús le preocupa ver a escribas y discípulos discutiendo, pero cuando pregunta Jesús sobre la discusión, quien da cuenta de ella, quejándose, es el padre del muchacho afectado. Los puntos son dos: la posesión que sufre el joven y la impotencia de los discípulos. Y a Jesús le preocupa esa discusión porque los ve como algunos escribas, más preocupados en discutir con ellos que en orar y responder a las necesidades del joven. No es la situación de este joven y de los jóvenes en general, lo que realmente les interesa.

Hay un segundo diálogo cuando traen al joven. El llamado espíritu hace un movimiento destructor, comprobando la dramaticidad que vive el muchacho.. Jesús pregunta por el tiempo de sufrimiento y el padre revela que se trata de un viejo problema que viene desde la niñez. Es decir, un problema que tiene raíces históricas y, dando varios detalles, subraya que siempre lo pone al borde de la muerte. Es decir, lo que se supone epilepsia ha hecho que el muchacho toda su vida esté permanentemente sacudido y amenazado de morir. Lo que pide el padre a Jesús es la compasión («compadécete de nosotros») que no ha visto en los discípulos ni en los escribas. Sin embargo, antecede su petición con las palabras «si puedes».

El padre se corrige súbitamente y afirma su confianza y la poquedad de su fe. Jesús entonces, se dirige con firmeza, soberana y autoritariamente, al espíritu «sordo y mudo» para que salga del muchacho y no entre más en él. Se produce otra convulsión que nuevamente manifiesta la cercanía de la muerte en el muchacho. Pero Jesús se acerca y lo toma de la mano, en gesto de ternura, y lo levanta.

Esta actitud es clave porque está aquí en dos sentidos, como gesto de Jesús, pero también como gesto del propio joven que se puso él mismo de pie: «Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie». Es una acción simultánea. No es un Jesús que lo pone de pie sin que el muchacho quiera y lo ejecute. Ternura y fuerza, levantando a los jóvenes postrados para que ellos mismos se levanten.