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Se fueron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que nadie lo supiera, porque estaba dedicado a instruir a sus discípulos. Les decía:
–El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte y, después de morir, a los tres días, resucitará.
Ellos no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó:
–¿De qué discutíais por el camino?
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
–El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Luego tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
–El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado.

Fecha: 
Martes, Febrero 21, 2017
Cita de la oración: 
Domingo - 25 Tiempo ordinario
Comentario: 

Otra vez volvemos a las andadas. Ante el drama interior de Jesús, la preocupación de los discípulos: ¿Quién es el más importante?

Ante el drama del hermano, de tantos jóvenes y pobres... cuantas veces vamos por el camino de la vida preocupados por ser importantes. Si no ser el más importante, al menos, suficientemente importantes, influyentes... Y cuanto sufrimiento vivimos y provocamos cuando nuestros esfuerzos o pensamientos se diluyen en comparaciones y búsqueda de importancia. ¡Cuánto nos cuesta comprender que es el servicio el camino de la realización! Acoger lo pequeño y a los pequeños. Amar y acompañar la debilidad sólo es posible desde el servicio.

Cuánto nos cuesta entender que la vocación no es percha donde colgar las propias pretensiones. Somos destinados a vivir y a morir en servidumbre. Nuestra identidad se cifra en la vivencia del servicio. Los hermanos, los jóvenes y los pobres nos poseen como señores y dueños de todo lo que hemos recibido. En nuestro servicio nadie puede quedar desocupado. Cuanto mayor, más pequeño. Cuanto más docto más humilde. Cuanto más viejo más dispuesto. Cuanto más dignificado, más necesitado. En todo caso, siempre encontraremos la redención de toda vanidad en el delantal de la cocina y en la toalla del lavatorio que son para nosotros los distintivos de nuestra dignidad.