Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías.
El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto. Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
-José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado: recibió a su esposa.
Nuestras dificultades pueden convertirse en caminos de Dios.
José, joven obrero de la aldea de Nazaret, se siente perdido ante la evidencia. ¿Cómo es posible que su novia María regrese embarazada tras su estancia de tres meses con su prima Isabel? Por nada del mundo él dudaría de ella y mucho menos la denunciaría ante la ley...
En la vida nos encontramos con situaciones de sufrimiento que nos parece imposible integrar dentro de nuestros planes. Mucho menos acertamos a asumirlas como parte de un proyecto de Dios. Pero siempre cabe la esperanza de que se nos abran caminos nuevos si somos capaces de compartir nuestras vidas y de confiar en los que están a nuestro lado.
Si aceptamos a los demás sin condiciones y desde sus limitaciones, liberándonos de nuestros egoísmos, posiblemente nuestras relaciones se abran a un amor nuevo y a una solidaridad más llena de libertad y de fecundidad.
