Tened cuidado, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas. Seréis llevados por mi causa ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los paganos. Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo hablaréis, ni de qué diréis. Dios mismo os sugerirá en ese momento lo que tenéis que decir, pues no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará a través de vosotros.
El hermano entregará a su hermano a la muerte y el padre a su hijo. Se levantarán hijos contra padres y los matarán. Todos os odiarán por causa mía, pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
Esteban, cristiano helenista, es elegido por los Apóstoles a ser responsable de la comunidad cristiana helenista de Jerusalén. Lleno de Espíritu Santo, da testimonio de Cristo ante el Sanedrín y es condenado a muerte. Es el primer mártir de la primitiva comunidad.
El evangelio de esta festividad nos alerta sobre las eventuales persecuciones que hemos de padecer si somos fieles a Jesús y a su causa. Muchas persecuciones nos sobrevienen del exterior: la incomprensión o el desprecio de personas e instituciones. Otras persecuciones provienen de nuestra realidad personal proclive a la debilidad, a la desviación de nuestro corazón, al cansancio y a la huida del testimonio fiel y valiente de nuestra propia identidad cristiana.
Jesús nos advierte que hemos de contar con estas dificultades y que en la oración y en la comunidad podemos encontrar fuerza y perseverancia.
En todo caso, tengamos por seguro que toda prueba, asumida como cruz cristiana, es fuente de fecundidad y de gracia. Así el testimonio y el martirio de Esteban fue el punto de partida para la conversión y la misión de Pablo y la expansión de las comunidades cristianas por Judea y Samaría.
