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Entonces se acercó Pedro y le preguntó:
-Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?
Jesús le respondió:
-No te digo siete veces, sino setenta veces siete. Porque con el reino de los cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus pies suplicando: «¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo!». El señor tuvo compasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo: «¡Paga lo que debes!». El compañero se echó a sus pies, suplicándole: «¡Ten paciencia conmigo y te pagaré!». Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «Siervo malvado, yo te perdoné aquella deuda entera, porque me lo suplicaste. ¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?». Entonces su señor, muy enfadado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagase toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros.Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán. 

Fecha: 
Martes, Marzo 21, 2017
Cita de la oración: 
Martes - 03 Cuaresma
Comentario: 

La misericordia del Padre hacia cada uno de nosotros está condicionada al ejercicio del perdón. Entre nosotros es el principal signo de la fraternidad cristiana.

El perdón fraterno no tiene límites mientras el hermano humildemente lo solicite. Jesús nos invita a reconocer la infinita misericordia de Dios sobre cada uno para así aprender a relacionarnos como hermanos. Hasta setenta veces siete hemos de abrirnos al perdón cada día.

¿Cómo podremos invocar la misericordia del Señor y, al mismo tiempo, endurecer el corazón hacia el hermano? Una vez más Jesús nos estimula en este camino cuaresmal a revivir el espíritu de la indulgencia en el trato entre nosotros. Al mismo tiempo que subimos a Jerusalén, debemos recomponer la trama de comunión y amor que la configura y significa. Ningún hermano ha de sentirse al margen de la acogida misericordiosa por parte de todos sus hermanos.

Jesús nos advierte que hemos de perdonar “de corazón” y no solo de palabra. El perdón no se ejerce con superioridad. El perdón no se aviene a reservas en los juicios o en el trato. El perdón de corazón es acogida humilde, calurosa y confiada. Se ejerce con alegría y gratuidad.