Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.»
Después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí.
«De los que son como niños es el Reino de los cielos». Ser como niños, ahí está la cuestión.
La disposición fundamental en los oyentes de Jesús era practicar la Ley, «hacer» algo para recibir la justificación. La novedad de la condición revelada por Jesús para entrar en el reino, es justo lo contrario, es la de «dejarse hacer». Acoger y recibir el Reino de Dios como un don, como los niños reciben todo. Un niño no tiene que hacer nada, solamente confiar y dejarse cuidar y querer. Y esta es la actitud que hemos de cuidar nosotros permanentemente ante Dios y la acción de Dios en nuestra vida. De ahí la necesidad de «volver a nacer» a este nuevo modo de vivir ante Dios. Hacerse como un niño equivale a lo que en otros pasajes se expresa como «convertirse». Cuando pensamos en el Reino con frecuencia pensamos en las actividades y Jesús nos dice que para entrar en el Reino, a veces, son más importantes las «pasividades» que las actividades, porque el Reino antes que una tarea, es un don que se recibe. Para eso como si fuéramos niños hemos de dejarnos hacer permanentemente por Dios si queremos participar, disfrutar y entender la lógica del Reino.
