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Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:
-¿Puede uno separarse de su mujer por cualquier motivo?
Jesús respondió:
-¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos uno solo? De manera que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Replicaron:
-Entonces, ¿por qué mandó Moisés que el marido diera un acta de divorcio a su mujer para separarse de ella?
Jesús les dijo:
-Moisés os permitió separaros de vuestras mujeres por vuestra incapacidad para entender, pero al principio no era así. Ahora yo os digo: El que se separa de su mu-jer, excepto en caso de unión ilegítima, y se casa con otra, comete adulterio.
Los discípulos le dijeron:
-Si tal es la situación del hombre con respecto a su mujer, no tiene cuenta casarse.
El les dijo:
-No todos pueden hacer esto, sino sólo aquellos a quienes Dios se lo concede. Algunos no se casan porque nacieron incapacitados para ello; otros porque los hombres los incapacitaron; y otros eligen no casarse por causa del reino de los cielos. Quien pueda poner esto en práctica, que lo haga.

Fecha: 
Viernes, Agosto 18, 2017
Cita de la oración: 
Viernes - 19 Tiempo ordinario
Comentario: 

«Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse». Qué error y ceguera es pensar en el estado de vida como la manera más cómoda o mejor para vivir yo la vocación, desde los parámetros que yo mismo me creo. Qué error andar comparando qué es mejor o peor, qué es más fácil o conveniente. Cómo puedo hacer más o ser más. El mejor estado de vida no es el que yo pienso, sino el que el Señor elige para mí. Ambos son un don y ambos hemos de vivirlos como don. Y vivir el Amor en fidelidad es una gracia que sólo es posible acogiendo cada día ese don y reconociéndonos parte de un Amor mayor.

No es posible la fidelidad como si todo dependiera de nuestras fuerzas y capacidades, de lo que vemos o sentimos en cada momento. No es posible vivir la fidelidad si la fuente del amor la ponemos en nosotros y no en el Señor. Si vivimos como si el celibato o el matrimonio fueran conquistas nuestras y no don que recibimos del Señor para la significatividad de su Reino. Y el don es algo que se acoge y recibe, que se pide y que, como todas las cosas importantes de nuestra vida, hemos de alimentar cada día.