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Por eso, con el reino de los cielos sucede lo que con el dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Después de contratar a los obreros por un denario al día, los envió a su viña. Salió a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo». Ellos fueron. Salió de nuevo a mediodía y a primera hora de la tarde e hizo lo mismo. Salió por fin a media tarde, encontró a otros que estaban sin trabajo y les dijo: «¿Por qué estáis aquí todo el día sin hacer nada?». Le contestaron: «Porque nadie nos ha contratado». El les dijo: «Id también vosotros a la viña». Al atardecer, el dueño de la viña dijo a su administrador: «Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros». Vinieron los de media tarde y cobraron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que cobrarían más; pero también ellos cobraron un denario cada uno. Al recibirlo, se quejaban del dueño, diciendo:
«Estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y del calor».
Pero él respondió a uno de ellos:
«Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si yo quiero dar a este último lo mismo que a ti, ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío? ¿O es que tienes envidia porque yo soy bueno?». Así los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.

Fecha: 
Miércoles, Agosto 23, 2017
Cita de la oración: 
Miércoles - 20 Tiempo ordinario
Comentario: 

En el trabajo por el Reino se excluye la rivalidad. Esta es una parábola destinada a los hermanos de la primera hora. Dios no se guía por la justicia retributiva. Dios va más allá y la supera. Dios es amor y su único criterio es la gratuidad de su amor.

Cuando en la comunidad nos creemos con más derechos porque llevamos más años, no estamos más que aplicando los criterios de la justicia a las cosas de Dios y no los criterios de Dios a la realidad comunitaria. Cuando por llevar más tiempo trabajando en la viña, creemos que merecemos más, nos incapacitamos para acoger la gratuidad de Dios y se hace, por tanto, imposible en nosotros la fraternidad.

Cualquiera sea la hora o el momento en que el Señor nos haya llamado, en la comunidad, en el Reino, todos somos igualmente hermanos y todos recibimos los mismos dones.

Lo importante no es el tiempo ni la cantidad de trabajo, lo importante es que cada uno, sea cual sea la hora de su llamado, ponga todo en función del proyecto comunitario, como expresión del llamado que todos hemos recibido de trabajar en la viña del Señor.

El que pone todo en función del Reino, no le queda más que esperarlo todo del Señor, que siempre será más y mejor, si lo sabemos acoger, que la pura lógica de nuestra justa retribución.

Si ante lo que constantemente Dios nos regala, predomina en nosotros la queja es que aún estamos muy lejos de la lógica del Reino, tan distinta a la nuestra y, que nos hace saborear y agradecer, cada día, la fraternidad como la gran promesa que Dios nos invita a acoger en cada jornada.