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Cuando Jesús subía a Jerusalén, tomó consigo a los doce discípulos aparte y les dijo por el camino:
-Mirad, estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, que lo condenarán a muerte, y lo entregarán a los paganos, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará.
Entonces, la madre de los Zebedeos se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor.
El le preguntó:
-¿Qué quieres?
Ella contestó:
-Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tú reines.
Jesús respondió:
-No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber?
Ellos dijeron:
-Sí, podemos.
Jesús les respondió:
-Beberéis mi copa, pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes lo ha reservado mi Padre.
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
-Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos.

Fecha: 
Miércoles, Febrero 28, 2018
Cita de la oración: 
Miércoles - 02 Cuaresma
Comentario: 

Hoy el Señor nos invita a mirar a la meta de nuestro camino cuaresmal: Jerusalén. Estamos subiendo a Jerusalén. Lugar de lucha y de prueba y lugar de resurrección.

Todos sentimos la necesidad de ser felices y de dar sentido a nuestra vida. Las tendencias a la autoafirmación y a la autorrealización invaden los entresijos de nuestras motivaciones y de nuestros afectos. Muchas de nuestras crisis de adultez se enraízan en estas pretensiones. Queremos seguir a Jesús y, al mismo tiempo, ocupar primeros puestos...

Jesús nos advierte, camino de Jerusalén, que el que quiera ser grande que sea servidor y el que quiera ser primero que se haga esclavo de sus hermanos. No es fácil encontrar en ello la clave de la verdadera autorrealización. Sin embargo, este es el secreto para entrar en el Reino, el verdadero camino hacia Jerusalén.

No hemos venido a la comunidad y al Movimiento para ser servidos sino para servir. Así Jesús dio su vida para nuestro rescate. En su sangre se realiza toda comunión fraterna.