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Cuando los fariseos oyeron que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron, y uno de ellos, experto en la ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le contestó:
-Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basa toda la ley y los profetas.

Fecha: 
Viernes, Agosto 25, 2017
Cita de la oración: 
Viernes - 20 Tiempo ordinario
Comentario: 

La pregunta es una pregunta de fondo. ¿Cuál es el mandamiento principal? Es decir, ¿qué es lo que más le agrada a Dios? ¿Qué es lo que más nos conviene para vivir humanamente y llegar a la plenitud que todo hombre y mujer anhela?

Y Jesús responde con claridad desde su propia experiencia. ¡Cuántas veces habría meditado en su interior las palabras del Deuteronomio: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser! Y esa fue su gran pasión. Amar a Dios, su Padre, con todo su ser.

Y por eso, entre amar a Dios y, desear por encima de todo su voluntad, y la realización del hombre, no hay para él dicotomía alguna. Lo que Dios más desea, lo que más le agrada es que seamos felices y podamos realizarnos como personas, como hijos e hijas suyos que somos.

Por eso amar a Dios es la mayor garantía y posibilidad de que podamos amarnos unos a otros como él nos ama. Por eso amar a Dios y amar al prójimo es como dos aspectos de una misma realidad que difícilmente podemos vivir disociados.

Amar a Dios y, como consecuencia, construir fraternidad es el contenido de toda la ley y los profetas. Amar a Dios y desde ese amor construir fraternidad, en todos los ámbitos que nos encontramos, es el sentido de nuestra Presencia, de nuestra misión. Esta seguirá siendo hoy también, nuestra única oferta.