Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. El tentador se acercó y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes." Más el respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Entonces el diablo lo llevó consigo a la Ciudad Santa, lo puso sobre el alero del Templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna."
Jesús le contestó: "También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios."
De nuevo lo llevó consigo el diablo a un monte muy alto, le mostró todos los reinos del mundo y su gloria y le dijo: "Todo esto te daré si te postras y me adoras." Dícele entonces Jesús: "Apártate de mí, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto."
El diablo finalmente lo dejó. Y entonces se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle.
Al comenzar el camino cuaresmal, la Palabra nos presenta a Jesús retirado en el monte Qarandal en el desierto de Jericó, asumiendo con plena conciencia su misión al servicio del Reino de Dios.
El mismo Espíritu le ha llevado a este retiro para discernir las opciones fundamentales de su misión en el mundo.
Las opciones fundamentales dan sentido y contenido a nuestra vida. Desde las situaciones concretas de la existencia personal y social, la Palabra de Dios es criterio y fuerza para determinarnos a elegir, por encima de otras ofertas o tentaciones, el proyecto de Dios.
Tener, poder y gozar son instancias inmediatas en las que tantos ponen sus expectativas. Para quienes anhelamos y buscamos la justicia del Reino de Dios, la fidelidad a la Palabra, la solidaridad y la libertad verdadera son los objetivos prioritarios de nuestro corazón, configurado por el amor y la misericordia.
