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Queridos amigos y amigas:

Vivimos en un mundo que no cree demasiado en las grandes transformaciones, ni en los cambios profundos. Las grandes utopías de otros tiempos, que prometían una sociedad nueva, se han ido desvaneciendo por la imposición de un poder pragmático y económico que domina las políticas y los valores de hoy día. De ahí surge un realismo aplastante, que frecuentemente lleva a pensar que “es imposible cambiar las cosas”. 

Derivado de todo ello ha ido surgiendo un modo de vida que exalta lo individual en detrimento de lo comunitario, y como consecuencia genera un relativismo donde todo resulta irrelevante si no sirve a los propios intereses inmediatos. Y así surge también una degradación que empuja a unas personas a aprovecharse de otras y a tratarlas como mero objetos. Se entra en una lógica en la que todo vale con tal de producir un beneficio personal. Las relaciones y la convivencia se convierten en algo utilitario y los que menos tienen en material de descarte. 

Frente a esta lógica que conduce a la degeneración humana, a todo tipo de injusticia y manipulación de los más débiles, surge otra manera de situarse ante la realidad: la de aquellos que creen en los cambios lentos pero profundos, y por ello invierten lo mejor de sí mismos en la transformación de este mundo, la de aquellos que se convierten en fermento de vida y esperanza.

Ser fermento significa vivir inmersos en la realidad, conociéndola, creyendo y amando el mundo y su historia. Lo cual implica observar, empaparse, mezclarse con los jóvenes y los pobres para poder descubrir los movimientos internos de cada hombre y de cada mujer, para descubrir el misterioso crecimiento del amor de Dios. Significa también tener una gran confianza en la fuerza transformadora de lo pequeño (Mt 13, 33; Lc 13, 20-21) Una cantidad muy pequeña de levadura fermenta una gran masa de harina. 

Ser presencia de fermento es vivir presentes en medio de la realidad, preñándola de palabras y gestos provocadores. Es vivir la urgencia de proclamar la fuerza del Reino que supera las posibilidades constatables para poner en marcha dinamismos sorprendentes; siendo servidores humildes de lo posible, cultivar el misterio de lo imposible

Me alegra presentar este número de la revista, dedicado a compartir experiencia y reflexión de hermanos y comunidades Adsis, que intentan ser fermento de la vida nueva del Reino allí donde están, en diferentes contextos y perspectivas. En ella podemos ver una riqueza de vida y presencia en medio de la gente; presencia sencilla y significativa, que alienta la esperanza y el deseo de seguir construyendo un mundo nuevo; testimonios que nos hablan de una manera creyente de situarse ante la realidad, que percibe la fuerza transformadora de lo pequeño, el impulso de vida nueva en tantos jóvenes y pobres de nuestro mundo.

Que podamos gustar y recrear en la imaginación los testimonios que se nos ofrecen, y que nos animen a seguir creyendo en la potencia del evangelio, en la vida compartida y entregada como fermento de un mundo nuevo. 

Fermín Marrodán Goñi
Moderador General Adsis

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