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Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces:

-Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es po-sible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Entonces María dijo:

Mi alma glorifica al Señor,

y mi espíritu se regocija

en Dios mi Salvador,

porque ha mirado

la humildad de su sierva.

Desde ahora me llamarán

dichosa todas las generaciones,

porque ha hecho en mí

cosas grandes el Poderoso.

Su nombre es santo,

y es misericordioso siempre

con aquellos que le honran.

Desplegó la fuerza de su brazo

y dispersó a los de corazón soberbio.

Derribó de sus tronos a los poderosos

y ensalzó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y a los ricos despidió sin nada.

Tomó de la mano a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido

a nuestros antepasados,

en favor de Abrahán

y de sus descendientes para siempre.

María estuvo con Isabel unos tres meses; después volvió a su casa.

María no es un mero reclamo sentimental para los jóvenes. Asumida ya definitivamente y por completo en la gloria de su Hijo resucitado, María es para los jóvenes el triunfo de los humildes y la certeza de todos los que luchan por la transformación de la historia.

Comentario: 

Me imagino la escena y veo a una joven que quizás no tendría más de 15 años y con pocos días de embarazo. Va de prisa a visitar a su prima Isabel.

María, quien se siente criatura de Dios, la verdad más íntima de su ser, lleva la certeza de ser creatura dependiente de un creador que la ama y quiere lo mejor para ella.

Ella comprende que se es más persona en la medida en que se esté abierto al llamado de Dios en la historia, en su historia concreta, tal y como le toca vivirla. Comprende que en este mundo sólo es positivo y sólido servir a Dios y servirlo donde El quiere ser servido. Así como María, debe caracterizar el pensamiento y el vivir cristiano el estar Atento a Escuchar y Servir a los que lo rodean. Hoy, en nuestro mundo aparentemente cristiano, nadie quiere escuchar, todos queremos ser escuchados, puede ser que en nuestro mundo predomina más bien la arrogancia y la soberbia; nadie quiere servir, todos queremos ser servidos.

Todos buscamos realizarnos plenamente, …pero a nuestro modo. Nos ponemos a nosotros mismo como centro y fin y nos olvidamos de preguntarnos acerca de la voluntad de Dios.

Se encuentra con su prima Isabel, una mujer anciana de más o menos 60 años, y que lleva alrededor de seis meses de embarazo. Un encuentro entre dos generaciones, ambas embarazadas, portando en su vientre la promesa de un mundo diferente, un mundo más Humano y Fraterno.

Ambas son reconocidas y bendecidas por Dios, puesto que creyeron en El, quien sabe cumplir su promesa, son llamadas a una Misión.

Entonces María proclama a Dios en el Magníficat, a un Dios que se fija en los Humildes, en aquellos que se dejan hacer por la Gracia, en los que se reconocen pecadores y no dueños de ninguna verdad.

Ese Dios, que aleja de sí a los de corazón soberbio y arrogante, a los que se niegan a compartir sus riquezas.

Los que vivimos en clave de humildad, los que nos dejamos hacer, los que nos reconocemos pecadores, sentirnos falibles, y no dueños de ninguna verdad, seremos Dichosos a los ojos de los hombres y mujeres, dichoso a los ojos de Dios. Seremos plenos