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Uno de los convidados que oyó esto le dijo:
-Dichoso el que pueda participar en el banquete del reino de Dios.
Jesús le respondió:
-Un hombre daba una gran cena e invitó a muchos. A la hora de la cena, envió a su criado a decir a los invitados: «Venid, que ya está todo preparado». Pero todos, uno tras otro, comenzaron a excusarse. El primero le dijo: «He comprado un campo y necesito ir a verlo; te ruego que me excuses». Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me excuses». Y otro dijo: «Acabo de casarme y, por tanto, no puedo ir». El criado regresó y refirió lo sucedido a su señor. Entonces el señor se irritó y dijo a su criado: «Sal de prisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los cojos». El criado dijo: «Señor, se ha hecho como mandaste, y todavía hay sitio». El señor le dijo entonces: «Sal por los caminos y las veredas y convence a la gente para que entre, hasta que se llene mi casa. Pues os digo que ninguno de aquellos que habían sido invitados probará mi cena».

Fecha: 
Martes, Noviembre 7, 2017
Cita de la oración: 
Martes - 31 Tiempo ordinario
Comentario: 

En el mundo de los intereses y las transacciones, es frecuente que respondamos según conveniencias del momento. Y por cuidar propiedades, tareas, o relaciones, es frecuente rechazar la invitación del Señor a participar del banquete de fraternidad en su Reino.

Pero el banquete del Reino se celebra de todas formas. Todos son invitados y en este banquete no hay más exclusión que la del que no quiera participar. Por eso, el deseo del Señor de invitar a los que se encuentran en las plazas, en las calles de la ciudad, en los caminos, en los senderos...

Y nosotros somos esos criados a los que el Señor envía a invitar a todos al banquete del Reino. Nuestra presencia entre los pobres no puede limitarse a estar con ellos. No puede limitarse a resolver problemas. No puede ser una presencia neutral o de cualquier manera. Para ser fieles a nuestra vocación, no hemos de olvidar nunca que nuestra presencia entre los pobres, en las plazas, en las calles, en los caminos, o en los proyectos, no es más que para invitar a todos al banquete del Reino que ya está preparado y que se nos da gratuitamente a todos los que queramos participar de él. Y para eso, hemos de indicar dónde se da la fiesta, quién invita e insistir hasta que entren porque esa es la Voluntad de Dios.

Nosotros con nuestra actitud, de siervos o de invitados, podemos atrasar la celebración del banquete, pero este, por voluntad de Dios, se celebrará en cualquier caso, pues él no dejará nunca de buscarnos por todos los lugares y enviar criados que hagan posible esta invitación.