Cuando se acercaba a Jericó, un ciego, que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, oyó pasar gente y preguntó qué era aquello. Le dijeron que pasaba Jesús, el Nazareno. Entonces él se puso a gritar:
-Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.
Los que iban delante lo reprendían, diciendo que se callara. Pero él gritaba todavía más fuerte:
-Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajesen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:
-¿Qué quieres que haga por ti?
El respondió:
-Señor, que recobre la vista.
Jesús le dijo:
-Recóbrala; tu fe te ha salvado.
En el acto recobró la vista y lo siguió dando gloria a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, se puso a alabar a Dios.
Había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna.
Cuántos hermanos nuestros se encuentran también hoy sentados a los bordes de los caminos pidiendo limosna. Al borde de los caminos por donde pasa la vida social, política, económica, afectiva, con sus bullicios. Al borde de los caminos queriéndose incorporar a la vida «real», pero imposibilitados por la limitación y la historia de postración personal de cada uno.
Y por los caminos de la vida pasa Jesús, el que incorpora a los excluidos y rehabilita a los despersonalizados.
Ante la pregunta del ciego le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno».
Ante las preguntas de tantos jóvenes y pobres, hoy excluidos, no podemos dejar de dar la respuesta que da sentido a nuestra vida: Es Jesús de Nazaret, el que puede darte la vista.
Los que iban delante le rezongaban...
Con esta actitud de ocultamiento, somos como los que iban con Jesús y rezongaban al ciego que gritaba la necesidad de un verdadero encuentro con él. Y hay muchas formas en que nos lo están gritando cada día, y hay muchas formas de impedir el encuentro.
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Es Jesús quien oye el clamor del ciego y es también él quien manda a sus discípulos. Es Jesús quien oye el dolor de tantos excluidos y nos envía para que lo llevemos al encuentro con él. Y esta es nuestra vocación. Toda actividad o iniciativa es para llevar al pobre, al joven concreto al encuentro con Jesús. Y poder escuchar de boca de Jesús, ¿qué quieres que haga por ti? Es Jesús el que hace y libera y nosotros somos enviados a los caminos para que se dé el encuentro, como en otro momento lo hicieron con nosotros.
Cuando, el ciego, el joven y el pobre, se encuentra con Jesús, enseguida recobra la vista. Y quien recobra la vista desde el encuentro con Jesús, lo sigue glorificando a Dios.
Hay muchos jóvenes y pobres necesitados de salvación, que gritan silenciosamente la necesidad de un encuentro que les devuelva la dignidad, les haga ver la vida con esperanza, con sentido, con nueva ilusión.