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Jesús salió con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
-Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas.
El siguió preguntándoles:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro le respondió:
-Tú eres el Mesías.
Entonces Jesús les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él.
Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho, que sería rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían, y a los tres días resucitaría. Les hablaba con toda claridad. Entonces Pedro lo tomó aparte y se puso a reprenderlo. Pero Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:
-¡Ponte detrás de mí, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.

Fecha: 
Jueves, Febrero 16, 2017
Cita de la oración: 
Jueves - 06 Tiempo ordinario
Comentario: 

Jesús hace sondeo de opinión y el resultado no es muy alentador. Por eso le pregunta a los más cercanos, a los que comparten vida, casa y misión permanentemente con Él. Jesús, ante opiniones tan distintas y dispares sobre su persona, nos pregunta también hoy a nosotros. Y ustedes ¿Quién dicen que soy?

Y nosotros con las palabras de Pedro, que sigue representándonos, volvemos hoy a decir. «Tú eres el Mesías», es decir, Tu eres el Señor de nuestras vidas, el centro de nuestra casa, el sentido de cuanto somos y vivimos. Tu eres nuestra felicidad, nuestra salvación. Tu eres el que nos llamas, vinculas y comprometes. Y por ti, por tu Espíritu es posible la fraternidad. Por ti hacemos opciones, entregamos la vida. Tu eres el verdadero rostro de Dios y del hombre. Tu Palabra nos ilumina y tu Pan nos alimenta. Tu eres Señor, el Señor de nuestras vidas y todo lo bueno que hay en nosotros y oímos de otros proviene de Ti.

Tú eres nuestra gran Verdad, pero Señor, purifica nuestra fe. También nosotros como Pedro, experimentamos tantas veces contradictorio el padecimiento y la cruz, en nosotros y en los que queremos, y no llegamos a entender tus caminos. Purifica nuestra fe para que en nuestro camino de seguimiento no pensemos como los hombres y cada día más vayamos aprendiendo a pensar como Dios.

Que cuando nos alejemos de los pensamientos de Dios, o no entendamos o no interese tu Palabra, podamos reconocer nuestro error cuando nos increpes a través de los hermanos, como a Pedro, y podamos vivir con humildad nuestra vocación.