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Yo no sé si tú también llegas a la conclusión evidente de que en el mundo hay enormes desigualdades, tanto sufrimiento evitable,  tantas  alambradas que eliminar. Cuando hoy en Europa parece que triunfan las fronteras sobre la acogida y la hospitalidad; cuando parece que triunfa la corrupción sobre la decencia en cada ámbito de actividad; cuando tantas familias carecen de cualquier ingreso mensual mientras la sociedad se divide y la riqueza se acumula en las manos de unos pocos; cuando incluso en las nuevas generaciones impera un modelo cultural machista que sojuzga a la mujer, la esclaviza y la mata… ¿qué podemos hacer?

Puedes actuar desde la indiferencia o desde la impotencia: “yo a lo mío que bastantes problemas ya tengo”. Puedes responder paliativamente, reduciendo el dolor o el drama de una o varias personas. Cabe una respuesta más promocional, empoderadora o resiliente, para que el individuo tenga más recursos personales para resistir. O cabe también otra respuesta que se pregunta por las causas que oprimen e incida en ellas. Y seguramente comprenderás que, donde el Planeta se la juega, con seguridad, es en este nivel.

En otro momento escribí: “Quiero afirmar que mi fe en Jesús  a lo largo de estos años se ha hecho firme en algo sustancial: la fidelidad a las víctimas de la Tierra, la gran mayoría victimizadas por otros seres humanos”. Desde el principio de mi militancia política, hace media vida, habita en mí una vivencia de indignación ante el sufrimiento y la injusticia que producen las estructuras sociales, los grupos humanos, los intereses económicos;  esa indignación convive con la necesidad y la urgencia de ir dando respuestas que transformen la realidad en perspectiva humanizadora y dignificadora del ser humano. Tienes razón cuando piensas que en política muchas actuaciones pueden resultar estériles, cínicas o de postureo fatuo, pero eso no justifica una crítica a sus cimientos. En la política no existen las soluciones globales, ni el lienzo nuevo e inmaculado que restaura los jirones del anterior, ni las revoluciones puras y virginales. Pero créeme si te digo que cada página del Boletín Oficial puede albergar insospechados rincones de justicia; en este ámbito más que en otros soy  partidario de  la cita de A. Lincoln “la probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos justa”.

Hoy quiero hacerte partícipe de la oportunidad que tengo de ofrecer todas las capacidades y esfuerzos disponibles a la gente de Bizkaia que está más tirada, desprotegida y excluida, a las mujeres víctimas de violencia de género y sus hijos e hijas, como Director Foral de Inclusión Social. En esta dedicación he vivido numerosas situaciones duras y límite.  No te imaginas cómo resuenan en mí las palabras del Papa Francisco cuando dice que “la inclusión social de los pobres tiene un lugar privilegiado en el pueblo de Dios”, en un contexto europeo de quiebra de las políticas de cohesión y bienestar, mientras gestiono recursos limitados y asumo el reto de ofrecer soluciones de excelencia. 

En cada proyecto vital restaurado, en cada persona sin hogar acogida, en cada persona que sale adelante, encuentro motivos para darte  razón de nuestra Esperanza (como diría la primera epístola de Pedro). Por eso cada vez encuentro más sentido al título de este texto, que no es mío, sino que fue pronunciado por el Papa Francisco al comienzo de su pontificado: ”involucrarse en la política es una obligación para un cristiano”.