La pasión por los jóvenes me viene del encuentro amoroso con un carisma que reconoce que los jóvenes son voz de Dios, que Él nos habla también a través de los jóvenes, especialmente los alejados y excluidos. Este encuentro amoroso ha configurado toda mi vida y ha puesto base a un ministerio ordenado que me capacita para servir a los jóvenes cada día de mi vida, hasta que me muera, estando con ellos y contemplando cómo Dios habita el corazón joven. Voy asumiendo que Dios necesita ministros que ayuden a despertar a la fe y a despejar tantos obstáculos para facilitar ese encuentro de tú a tú con el Dios de Jesús que trastoque la vida y la entregue a una causa por la que merece la pena vivir y morir.
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