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Os traigo un mensaje de ánimo en este Domingo de la Trinidad, a medio camino entre Pentecostés y el Corpus Christi. Hoy todos estamos entusiasmados por el paso a la “fase2” de la desescalada… pero el evangelio nos llama a una alegría más profunda.

Hoy festejamos al Dios de la Comunión (común-unión), cuyo Espíritu movilizó a los discípulos para salir del encerramiento y anunciar que hay un Amor más fuerte que la muerte. El domingo pasado, como contrapunto de Babel, Pentecostés nos llamó a buscar LA “UNIDAD EN LA DIVERSIDAD”: hoy se nos revela que ES POSIBLE POR LA TRINIDAD (Tri-unidad).

¿Qué tiene que ver eso con lo que estamos viviendo? Hace más de ochenta días comenzamos el confinamiento con un lema común: “Este virus lo paramos unidos”, hermanados por la misma amenaza y aplaudiendo a nuestros sanitarios todos a una. Pero las últimas semanas hemos entrado en un lodazal político de crispación y enfrentamiento, de descrédito y ataque mutuo… ¡Si al menos pudiéramos buscar la “unidad en la adversidad”!…

Es tiempo de creer que, en medio de este sinsentido, EL ESPÍRITU DE DIOS SIGUE ALENTANDO LOS INTENTOS DE BUSCAR EL BIEN COMÚN, creando concordia desde las diferencias. Un signo elocuente es el acuerdo que se dio la semana pasada en el ayuntamiento de Salamanca, apoyado por los cinco grupos políticos que lo conforman, a favor de los hosteleros y comerciantes de la capital charra. Una sorpresa ejemplar: lo que parece imposible a nivel nacional, se ha hecho posible a nivel local.

¿Será que estamos más a pie de tierra, y nos damos más cuenta de que de ésta solo podremos salir unidos?

Así es el Espíritu cuando le dejamos actuar en nosotros. Y en esta fiesta nos revela su secreto más profundo: el que viene del Padre y del Hijo, NOS ACERCA A SU MISTERIO: DIOS ES UNA COM-UNIDAD DE AMOR SOLIDARIO.

Uno y trino. El Amante, el Amado y el Amor, en un dinamismo único de ternura y compasión que se desborda y “viene a la humanidad caída para levantarla”, setenta veces siete. El Padre que tanto amó al mundo, el Hijo que lo dio todo por nosotros y el Espíritu creador que una y otra vez “renueva la faz de la Tierra”. Todos a una, en Tri-unidad. En este Domingo quizá comprendamos mejor lo que Jesús nos repetía: “Permaneced en mi amor, como Yo permanezco en el amor del Padre y su amor permanece en mí”.

Pero quizá en nuestros adentros, como muchos, le seguimos reclamando: ¿DÓNDE ESTABAS, “DIOS AMOR”, EN ESTE TIEMPO DE PANDEMIA?

Y entonces Él me dice al oído: “Yo estaba crucificado con los enfermos de las UCIs, confinado con los mayores aislados en las residencias, sosteniendo la mano de tantos que murieron solos… Estaba en el corazón de los sanitarios que lucharon en primera línea, dándoles fuerza y ánimo para cuidar hasta el final a los enfermos… Estaba con los agricultores y transportistas que aseguraron tu alimentación, con los barrenderos que desinfectan las calles que ahora pisas en tus paseos”… “Yo estoy en los que no se arrepienten de haberlo dado todo, aunque ahora se sientan agotados; y en los que hoy mantienen la prudencia, convencidos de que así os cuidáis todos; y en los que siguen creyendo que de ésta podéis salir mejores”

Ayer terminó el luto nacional de diez días por los miles de muertos por coronavirus. Los cristianos afirmamos que EL MISTERIO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE SOLO PUEDE AFRONTARSE DESDE OTRO MISTERIO MAYOR: EL DEL AMOR, que nos revela el Padre en Jesús, por el Espíritu. Un amor más fuerte que la muerte, y capaz de reinventar la vida. Justo lo que necesitamos.

Dios Amor acoja a los difuntos, consuele a las familias, sostenga a los que lo ha perdido todo, fortalezca a los que lo han dado todo y siga alentando el bien común. Dios nos ayude a todos a ser más creyentes y solidarios. Amén. Buena semana y un abrazo de vuestro párroco,

Mariano