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La historia también canoniza a algunos de sus hijos. Y cada uno, en su corazón, también canoniza lo que ama, admira o desea. Yo, por mi parte, hace tiempo que canonicé al Rvdo. Martin Luther King, de cuyo asesinato se cumplieron 50 años en abril.

Ha pasado medio siglo y el buen pastor sigue siendo un icono de la lucha pacífica por los derechos civiles y la igualdad ante la ley de los diferentes grupos raciales, es decir, de cualquiera. La vida está llena de contradicciones y no deja de ser chocante que a un hombre que buscaba el cambio a través de la paz y la no violencia, le fuera arrebatada la vida por la bala de un francotirador. La bala mató a Luther King, pero los árboles que él plantó en el corazón del pueblo, florecieron y dieron fruto abundante. Hoy sentimos vergüenza de que las cosas fueran así y nos parece imposible: “separados pero iguales”.

Escuelas, iglesias, bares, bebederos y asientos en el autobús sólo para negros y ¡pobre del que se equivocara!

En medio de semejante locura, un pequeño acto de ‘rebeldía’ (corría el año 1955 y la Sra. Rosa Parks, afroamericana del condado de Montgomery, se atrevió a sentarse en un asiento para blancos) sirvió como catalizador del inconformismo. Ahí aparece el joven pastor bautista liderando las protestas pacíficas contra el servicio de buses.

¿Cómo? La gente prefirió caminar durante trece meses antes que ir en bus y sentarse obligatoriamente en asientos para negros. Y la ley cambió.

La No Violencia no es una forma de silenciarse, de replegarse, de ser pasivo, sino que es una postura activa para exigir justicia y el cese de abusos, sin recurrir a las mismas tácticas represivas de los otros, de una sociedad desubicada que defendía sólo sus interese o de un poder absoluto, dispuesto a hacer lo necesario con tal de no soltar la vara de mando.

Me encantaría que todos, pero especialmente nuestros jóvenes, optaran por la No Violencia y expresaran con fuerza e inconformismo su rechazo a toda injusticia, exclusión o corrupción. No en plan grito – flor de un día, sino como forma ética de vivir y de exigir. No piensen que todo es malo, que cada uno va sólo a lo suyo y que se acabaron los buenos o los santos. Yo tengo una larga lista de gente canonizable. Ojalá que los jóvenes sepan encontrar sus iconos y modelos sin tener que perderse en callejones oscuros y sin salida. Luther King puede ser uno de ellos.

Lo mataron hace cincuenta años. Lo hizo la violencia que sigue matando a miles de personas en todo el mundo, también en nuestro país. Es decir, sigue viva la razón y el sueño del joven negro: “Yo tengo un sueño. Que mis cuatro pequeños hijos algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.

Ojalá que la rebeldía de Luther King siga dando frutos en la tierra fértil de los jóvenes.

 

Autor: Julio Parrilla, obispo de Riobamba y miembro de Adsis.
Fuente original: El comercio