Loading...
Alt

 

El próximo Sínodo sobre la Amazonia, que se celebrará en Roma a finales de este año, me hace pensar en el hecho de que los crímenes medioambientales, que destruyen la Casa Común, tendrían que ser un auténtico “ecocidio” y no deberían de quedar impunes. Recuerdo ahora los vertidos de Texaco (mutada en Chevron) entre 1964 y 1992. Amplias extensiones de terreno y la salud de miles de personas se vieron afectadas por los continuos vertidos de residuos durante las actividades extractivas sin que por mucho tiempo nadie dijera ni pío. ¿Algún día habrá justicia y reparación? La sentencia contra Chevron por parte de un tribunal ecuatoriano fue un efímero consuelo. Cobrar es otra cosa. Ellos, los poderosos del mundo, tienen dinero como para perpetuar los casos.

No es el único. En España se dio el caso de la mina de Aznalcóllar en Sevilla, cuya balsa reventó en 1998. Sus residuos tóxicos lo contaminaron todo. La empresa (como Chevron) migró con la música a otra parte y ahí seguimos, sin recuperar ni un euro. No les canso, pero hay infinitos casos en todo el planeta. Es por ello que me pongo a temblar ante la fiebre de concesiones y proyectos extractivistas a cielo abierto que nos esperan.

El problema no es sólo la debilidad de nuestras instituciones, sino la ausencia de estructuras internacionales fuertes. Pienso que en casos así debería de exigirse responsabilidades en el país de origen de las compañías. Bueno sería que los crímenes medioambientales se incluyeran en el Estatuto de Roma y entraran con fuerza en la Corte Penal Internacional. Por eso me permito hablar de “ecocidios”. A estas alturas de la película ecológica es evidente el daño que estamos haciendo al planeta. La contaminación del aire, del agua, de la tierra, de los bosques, de la biodiversidad, de la destrucción de las especies y de la contaminación de los mares, deberían de alertarnos y de posicionarnos con enorme fuerza ética y política ante semejante desastre. No deja de ser curioso que EE.UU., Rusia y China, los países del planeta que más contaminan, abandonaran el Encuentro de París. Un portazo más, a los que Mr. Trump nos tiene acostumbrados.

Quien nos ha ayudado a tomar conciencia y a renovar nuestra sensibilidad ecológica y humanista es el Papa Francisco. Su encíclica Laudato Si, fuerte y lúcida, nos ha despertado a comprender la gravedad de los problemas que arrastramos y ubicado de forma crítica y decisiva ante nuestra responsabilidad actual y generacional. ¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros herederos? Creo que fue Fabius, primer ministro de Francia quien en la clausura del encuentro de París dijo: “más tarde será demasiado tarde”. Es a estas personas a las que hay que escuchar, no a los representantes de grandes corporaciones transnacionales que con enorme codicia extraen materias primas y a procesan combustibles fósiles.

 

Autor: Julio Parrilla, obispo de Riobamba y miembro de Adsis.
Fuente original: Diario El Comercio