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Ayer fue un local en la calle Longares. Hoy es un barracón en la calle Suecia, 44. Mañana será un templo para una comunidad parroquial, la de Nuestra Señora de las Rosas, arraigada y bien asentada en el barrio de Las Rosas, demarcación de San Blas, un Madrid en expansión que hace veinte años conquistaba la geografía con matrimonios jóvenes, familias recién creadas; y, ahora, pasados los años, los pequeños han crecido y están en el «boom» de los adolescentes. Unos ciento cincuenta en procesos de catequesis de postcomunión. La parroquia crece y se extiende como compañía de vida. Una parroquia que desde sus inicios está encomendada a la fraternidad Adsis, un  fruto también del Concilio Vaticano II, nacida del entorno de la pastoral juvenil de los Salesianos, una forma de ser y de vivir la Iglesia a través de una presencia fraterna y solidaria con dos prioridades, los jóvenes y los pobres. 

La comunidad Adsis que vive en el barrio, inserta en la realidad social, cultural, está formada por matrimonios, sacerdotes consagrados, jóvenes, que desarrollan su actividad laboral en diversos ambientes. En el origen de este movimiento eclesial se encuentra la historia del sacerdote José Luis Pérez Álvarez. Recuerda así el testimonio de los inicios, hace poco más de cincuenta años: «No sé cómo me acerqué a aquellos jóvenes en la plazuela, sentados en la acera junto a un pequeño bar. El hecho es que, a partir de aquel día, nos encontrábamos, nos hicimos amigos, fui conociendo a sus compañeros». «Adsis –añade el iniciador– se fue haciendo aventura personal y comunitaria en tantos hombres y mujeres que han sido seducidos en sus entrañas por un inefable proyecto de amor y preñados de una vida nueva, fecunda para tantos. Si pudiéramos poner palabra a tanta historia enamorada, llena de debilidad creyente y de humilde fortaleza, descubriríamos una página más de un Evangelio de misericordia que sigue irrumpiendo en la aridez de la coyuntura humana como un manantial de aguas vivas». 

El actual párroco se llama Miquel Corominas y está acompañado del sacerdote Jesús Alonso. En la parroquia colaboran también las religiosas de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón, que tienen muy cerca la Casa General y las del Amor de Dios. Pero la clave esta parroquia es «contar con la gente que hace la parroquia. Nada sin la comunidad, sin lo que nazca de la experiencia, las inquietudes y las posibilidades de los miembros, que son adultos y se expresan con libertad», afirma el párroco. Esto significa que las catequesis, en los diversos procesos de formación de la fe y de la experiencia están coordinados por laicos. Hay siete grupos de adultos, con una media de ocho personas cada grupo. 

La prioridad de la parroquia es el protagonismo de la familia, el acompañamientos de las familias. Esa perspectiva hace que en la catequesis, con una peculiar metodología, estén implicados los padres como sujetos activos del proceso. El día a día de las familias del barrio, padres que trabajan, hijos en edad escolar o universitaria, marca el ritmo y la frecuencia de las actividades.

 

Un dato clave es la acción social y caritativa. Cáritas, a través de un nutrido grupo de voluntariados, trasciende el territorio de la parroquia, en el que no existen pobrezas agudizadas. Pero Cáritas está implicada en el distrito de San Blas. Ha desarrollado un singular sistema de ayuda alimentaria a través de una Cesta Solidaria. Personas voluntarias reciben un correo electrónico en el que se les solicita la ayuda concreta de alimentos. 

Esta cadena de dones permite una participación incluso de personas que no frecuentan la Iglesia pero participan en esta forma de ayuda al más necesitado. Es muy notable la conciencia ecológica de esta parroquia através del grupo de sensibilización ecosocial, que ha hecho posible el cambio del sistema hacia energías sostenibles suministradas por una cooperativa y el desarrollo de una oferta de productos de economía solidaria, de comercio justo. En respuesta la llamada de la mesa de hospitalidad, durante los dos últimos años, la parroquia se ha implicado en la acogida de una familia de Siria. 

Hay que destacar también que uno de los grupos de la parroquia trabaja en el acompañamiento y la escucha de las personas solas del barrio. En la preciosa y sencilla publicación anuario de la vida de la parroquia, titulada «En el descampado», se presenta el Bienio de Acogida, una experiencia de encuentro de adultos con inquietudes de crecer y compartir la fe. Una fe que está bien enraizada.

 

 

FUENTE: ABC.es