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Llegué la pascua con ganas de una experiencia nueva, con ganas de poder vivir cada momento con intensidad, desde el interior y compartiendo la experiencia con otros.

Desde el principio comenzamos la búsqueda de lo nuevo en nosotras mismas, fuimos invitados a construir entre todos un bosque de brotes nuevos, con todas nuestras ilusiones y nuestras ganas de comenzar una nueva experiencia. Esa misma mañana tuvimos la oportunidad de llenar de luz ese bosque y de juntos poder crear una nueva luz, el cirio que nos acompañaría a lo largo de toda la pascua. Continuamos la mañana escuchando a Manolo y Txema que nos dieron la oportunidad de observar y degustar los últimos momentos de Jesús y sus discípulos de otra forma, invitándonos  a renovar el amor de comunión y servicio. Por la tarde fuimos invitados a comunicar nuestra experiencia de fraternidad de diferentes formas, sin palabras, mediante el juego, en nuestras redes mas cercanas... En la cena se nos hizo presente esa fraternidad, esas ganas de compartir nuestras vidas, con el servicio a los otros, pero también con la ilusión, la fiesta y el disfrute.

El viernes desde el principio de la mañana pudimos darnos cuenta fácilmente de que el día iba a ser complicado, el bosque de brotes nuevos y luz que habíamos construido estaba siendo destrozado, pintado, borrado....era el día de vivir el ultimo viaje de Jesús hacia la cruz, esos momentos de dolor, de caídas y levantamientos, momentos de dudas y de confianzas... y todo ello en silencio (un gran reto para mi). He de confesar que la parte que más miedo me daba era la de la comida en silencio y fue el momento que viví con mas intensidad. A lo largo de la mañana nos invitaron a escribir una oración para entregar a otra persona, una oración en la que poder compartir nuestras experiencias de caídas. Yo personalmente tuve la oportunidad de sentirme muy acompañada por la oración compartida de un hermano, una oración con la que me sentí plenamente identificada y de la que estoy muy agradecida, la duda es que no se de quien es. Tras mi reto personal de la comida en silencio el comienzo de la tarde se me hizo más largo y tras un pequeño reclamo de las adolescentes, con los que compartíamos espacio pero no habíamos podido hablar, nos acercamos a estar con ellas y que pudieran contarnos sus movidas.

Y como quien no quiere la cosa llegamos al ultimo día de la pascua, el día más complicado y al mismo tiempo el más emocionante. Por la mañana la intensidad de la incertidumbre, de la perdida, del desconcierto nos llego por parte de esos personajes tan queridos para Jesús; María, Magdalena, los discípulos...  Y por la noche el tiempo no nos quiso ayudar demasiado a la resurrección (estábamos en Bilbo y la lluvia tenia que hacerse presente también) pero sucedió, era inevitable y menos mal, para ello nos habíamos estado preparando todos estos días. Una vigilia en la que tras momentos iniciales de oscuridad, dudas y miedos pudimos descubrir la luz de la ciudad, de las gentes que la habitan... y que como todas las vigilias que se precien fue larga y acabo con una pequeña fiesta y un emocionante juego de recogida.

Creo que a lo largo de los tres días tuve la oportunidad de hablar, de hacer oración, de disfrutar del silencio, de la fiesta y como no de los lloros de mis sobrinos. Por ultimo no me queda mas que decir que estoy muy agradecida por lo vivido, por la oportunidad de vivir una pascua desde lo sencillo, desde las palabras y gestos sencillos que me llenaron el corazón. Eskerrik asko.

Gara González

Seccion: Bizkaia