Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
En el Credo Adsis decimos: Creemos y amamos el mundo y su historia…. Juan, el discípulo amado, nos da testimonio del amor de Dios al mundo. Un amor que le llevó a entregar a su Hijo amado por la salvación del mundo.
El mundo está formado por la humanidad que vive en una historia llena de acontecimientos contradictorios con la necesidad de encontrar un sentido a la vida y una esperanza de futuro. La fe en Jesús como Palabra y acontecimiento de Dios es la experiencia suprema de vida permanente más allá de la muerte.
Él es el camino, la verdad y la vida. En su muerte y resurrección nos ha rescatado y con la fuerza de su Espíritu vivimos abiertos a su Reino definitivo en su gracia y en su gloria.