Entonces Jesús tomó la palabra y enseñaba en el templo diciendo:
-¿Cómo dicen los maestros de la ley que el Mesías es hijo de David? David mismo dijo, inspirado por el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies.
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo es posible que el Mesías sea hijo suyo?
La multitud lo escuchaba con agrado.
«Y la gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo». Jesús enseña en el templo y el pueblo tiene hambre de su Palabra y disfruta con su palabra. Ya no tiene doce años. Ahora el anuncio de la Palabra del Padre es algo habitual en él e interpreta las Escrituras en Espíritu y Verdad y no literalmente. Es que su preocupación es comunicar la Buena Noticia al Pueblo, es ayudarle a salir de su postración y no tanto a llenar la cabeza de conocimientos.
En nuestros planes y proyectos formativos ¿cómo cuidar la enseñanza para que sea Palabra de vida, que alienta la vida e impulsa a saborearla y, vivirla a la manera de Dios y no sólo a llenar nuestra cabeza de conocimientos? ¿En qué tenemos puesta nuestras expectativas cuando nos cuesta disfrutar de la escucha asidua de la Palabra de Jesús y la vivimos más como tarea?