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Era invierno. Se celebraba en Jerusalén la fiesta que conmemoraba la dedicación del templo. Jesús estaba en el templo, paseando por el pórtico de Salomón. En esto, se le acercaron los judíos, se pusieron a su alrededor y le dijeron:
–¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez.
Jesús les respondió:
–Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído. Las obras que yo hago por la autoridad recibida de mi Padre dan testimonio de mí; vosotros, sin embargo, no me creéis, porque no pertenecéis a las ovejas de mi rebaño. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre; nadie puede arrebatármelas. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de manos de mi Padre. El Padre y yo somos uno.

Fecha: 
Tuesday, April 24, 2018
Cita de la oración: 
Martes - 04 Pascua
Comentario: 

Son tiempos de invierno, fiesta de la dedicación del templo. Jesús pasea por el pórtico de Salomón. Los judíos quieren que se declare abiertamente. Jesús no tiene otra identidad que ser Palabra y enviado del Padre. Posee su misma naturaleza y vida. Es su expresión y su rostro. «Yo y el Padre somos uno».

Esta profunda relación de Jesús con el Padre es la garantía de nuestra identidad como hijos y de nuestra pertenencia como hermanos. Es el Padre quien nos ha entregado a Jesús. ¿Quién podrá arrebatarnos de la mano del Padre? Mientras seamos fieles a Jesús nada hemos de temer. Mientras escuchemos su voz, Él nos conoce y nos da vida eterna.

Somos hechura de Dios, obra del Padre. La comunidad de hermanos debe dar testimonio de Jesús para que los jóvenes alejados puedan conocerle a través de nuestra presencia significativa y de nuestro servicio solidario.

En ciertas sociedades y ambientes vivimos, también nosotros, tiempos de invierno en los que es preciso reivindicar la identidad de Jesús como el Señor de la libertad y de la vida. Es necesario que tantos puedan valorar la pertenencia a Jesús como la máxima garantía de plenitud. Jesús lo proclama: «El Padre supera a todos». Ciertamente nos supera con su amor, apostando por cada uno en su Hijo Jesús.