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Cuando iba a ponerse en camino se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
-Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
Jesús le contestó:
-¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
El replicó:
-Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús lo miró con cariño y le dijo:
-Una cosa te falta: vete, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Ante estas palabras, él frunció el ceño y se marchó todo triste, porque poseía muchos bienes.
Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
-¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Los discípulos se quedaron asombrados ante estas palabras. Pero Jesús insistió:
-Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Ellos se asombraron todavía más y decían entre sí:
-Entonces, ¿quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les dijo:
-Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.

Fecha: 
Monday, February 27, 2017
Cita de la oración: 
Lunes - 08 Tiempo ordinario
Comentario: 

Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? La pregunta de este hombre joven, revela insatisfacción en su vida. Esta es la manera como en la época se solía preguntar por el sentido de la vida personal y la identidad de cada uno. Sonaba algo así como «Maestro ¿qué he de hacer de bueno para que mi vida tenga sentido?». Heredar vida eterna es una de las varias fórmulas con las que la escritura hebrea y después las cristianas designan lo verdaderamente necesario: encontrar y realizar mi identidad, descubrir y cumplir el sentido de mi existir. El joven tiene un problema de identidad, cosa bastante comprensible en el contexto de la época de Jesús. Y también de nuestro tiempo. Los jóvenes pobres y ricos, de entonces y de ahora, con frecuencia han perdido lugar e identidad.

La respuesta de Jesús a este problema es remitir a Dios como único bueno. Pero ofrece el camino de «entrar en la vida», es decir, una respuesta a la búsqueda sencilla y sincera de dar sentido a su vida, en medio de la confusión y crisis: cumplir los mandamientos, es decir, usar el sentido común, ser buena persona. Este joven es un tipo interesante porque en medio de esa crisis se ha atrevido a vivir en búsqueda y la insatisfacción interior le hace anhelar algo más.

Lo interesante es que Jesús le propone no un perfeccionismo formalista, ni siquiera puritano fariseo, o un código moral de conducta al estilo de Qumran, sino una perfección que significa solidaridad con el pobre y caminar con Jesús, es decir, proceso y encuentro con el otro en el camino hacia el Reino, experiencia de vida solidaria.

El texto nos dice que el joven se marchó triste porque tenía muchos bienes. Es un joven «amarrado», no autónomo respecto del mundo en crisis que lo ata, permanece sumiso al servicio de «mamona».

Jesús le ofrece un camino nuevo El joven no acepta, está rodeado de las categorías del entorno: dinero, poder. Y acoger la Palabra de Jesús le supone un cambio y una inseguridad radical. Su tristeza es expresión muy honda del apego a lo suyo que es causa de insatisfacción en oposición al proceso propuesto por Jesús que más bien es alegría y es vida.

La convocatoria a los jóvenes no sólo es fruto de buenas iniciativas y de buenos procesos, sino que en última instancia es posible por la acción de Dios. A quien tenemos que presentar, en oración, a cada joven concreto que está en proceso bien de voluntariado, bien en la búsqueda de su lugar e identidad.