Un sábado entró Jesús a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos estaban al acecho. Había allí, frente a él, un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:
–¿Se puede curar en sábado, o no?
Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Después les dijo:
–¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cae en un pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea en sábado?
Y a esto no pudieron replicar.
Una comunidad podrá juzgar la naturaleza de su proyecto pastoral a través del amor fraterno y solidario que ejercita y testimonia. Es aquí donde es preciso ejercer toda creatividad de presencia y toda generosidad de entrega para transformar la comunidad a imagen del siervo enviado a invitar al banquete.
El Señor pronuncia la palabra con autoridad, es la autoridad que lo habilita a enfrentarse con los fariseos de todos los tiempos y llamarlos hipócritas.
El Señor sabiendo que es observado, también es capaz de actuar libremente.
Hoy nosotros estamos urgidos en poner nuestras manos a la obra del Reino, aunque recibamos críticas y murmuraciones de los demás, aquellos que lo consideran inoportuno, inapropiado, quizás a sus intereses mezquinos y conveniencias privadas e individuales.
Nuestro único empeño debe ser la dignidad de los hermanos y hermanas.
Jesús cura al enfermo frente a una audiencia hostil que juzgaba y observaba todo.
Jesús les mostro ayer y nos muestra hoy que muchas veces perdemos de vista a la persona en su integridad y profundidad y nos quedamos en la superficie de las apariencias, en nuestro afán de cumplimiento.