Loading...

Para mostrarles la necesidad de orar siempre sin desanimarse, Jesús les contó esta parábola:

-Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: «Hazme justicia frente a mi enemigo». El juez se negó durante algún tiempo, pero después se dijo: «Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, es tanto lo que esta viuda me importuna, que le haré justicia para que deje de molestarme de una vez».

Y el Señor añadió:

-Fijaos en lo que dice el juez inicuo. ¿No hará, entonces, Dios justicia a sus elegidos que claman a él día y noche? ¿Les hará esperar? Yo os digo que les hará justicia inmediatamente. Pero, cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe en la tierra?

Suscitar interrogantes más profundos es objeto de todo testimonio evangelizador. Es preciso crear preguntas antes de ofrecer respuestas. Para crear interés será necesario vivir insertos en la misma historia y merecer llegar a ser interlocutores libremente elegidos.

Comentario: 

Estamos acostumbrados a la respuesta inmediata, en el teléfono, en internet, en el trabajo...todo es ¡ya! La percepción del tiempo en nuestra cultura no admite demora. 

¿Cuánto tiempo tarda en crecer una cosecha? ¿Cuánto demora un árbol en dar frutos? ¿Cuánto tarda en llegar el primer hijo? No precisamente un instante.

Y ese deseo de inmediatez se lo pasamos a Dios. El retraso en su respuesta está en nuestra percepción. 

Jesús habla de una mujer pobre, a la que le hacen injusticia, como a tantos que conocemos; y de un juez prepotente y esquivo a hacerle justicia. Se demora, tarda, desoye una y otra vez los pedidos de esta mujer, hasta que al final le hace justicia. ¿Tardará Dios en atender nuestros pedidos? ¿Será peor que el juez injusto? 

Jesús parece poner el tema en nuestra fe.  La confianza en que El actúa; muchas veces en nosotros, en otros, y somos nosotros los que nos tomamos nuestro tiempo para escuchar, para ver, para caer en la cuenta, para reconocer su acción oculta, para actuar. Dice Jesús en el evangelio de San Juan: “Mi Padre trabaja y yo también trabajo.” Pero su trabajo pertenece al “misterio” del Reino.

¿Tendremos fe, confianza en que el Padre actúa bien y en el plazo necesario? Miremos la Pascua de Jesús: la respuesta del Padre no fue la esperada, ni en el plazo oportuno; y sin embargo fue la victoria sobre la muerte y el pecado: la nueva Vida. “Mis tiempos no son sus tiempos.”