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Jesús entró en el templo, e inmediatamente se puso a expulsar a los vendedores, diciéndoles:

-Está escrito: Mi casa ha de ser casa de oración; pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los principales del pueblo trataban de acabar con él. Pero no encontraban el modo de hacerlo, porque el pueblo entero estaba escuchándolo, pendiente de su palabra.

La comunidad que vive inserta en el mundo de los desfavorecidos debe convocar a los jóvenes al compromiso cristiano. El ejercicio del amor solidario no solo es expresión de fe, sino el mejor camino para encontrarla o recuperarla. El que aprende a amar solidaria y gratuitamente empieza a entrar en el Reino.

Comentario: 

La expulsión de los mercaderes del templo es uno de los grandes gestos proféticos de Jesús, que hemos interpretado en un contexto de tensión fuerte, previo a la Pascua y con el desenlace que ya conocemos. No nos resulta fácil vivir sin tensión el contraste entre el “ideal” y la “realidad” ni en el nivel personal ni en el social o comunitario.

Sin embargo, -y fuera de este contexto pascual- no nos solemos preguntar por qué Jesús iba al templo… por qué la gente sencilla también lo hacía y se identificaba más con Él que con los letrados y los jefes… 

Si Jesús, hoy, volviera al “templo”, ¿le criticaríamos o nos encontraría allí, agradecidos y sorprendidos por su Palabra?